breves Barbaridades

“A mi bogotano amor, que me enseñó a volar, a la princesita producto de mi castellana debilidad y a mi madre, que me invitó a soñar.”



Si
Nihil
ó
con
ductor



( leer el subtítulo de corrido como ejercicio ágil para la lectura que vendrá...)

Elemental:

No hay un orden, las páginas escapan a convencionalismos numéricos, tampoco hay lógica.
Solo cuando uno sienta finalizar este libro aparece un compromiso a cumplir y lamentablemente el tiempo depende de convenciones numéricas, más, “cuando los días se congreguen en sesenta, sin importar donde se encuentre la lectura comprometida, este libro deberá ser obsequiado” ya que nunca será de nadie y pide a gritos ser escuchado y no archivado.
No incluye la ilusión la necesidad de haberlo leído de pies a cabeza, puede ocurrir hartazgo a la altura de los codos o tobillos.

Entre el dormir y el despertar

Si imagino la estirada piel de la vecina con unas pronunciadas arrugas, casi mimetizada con una nuez o pasa de uva, podría transformarse en bestia de feria. La ciudad creería que el barrio esta contaminado con algún virus de esos que aparecen hoy en día y algún grupo ecologista hablaría de las represalias de la naturaleza. Sinceramente me molestan un poco los ecologistas, en realidad me irritan bastante todos los extremos.
Ni hablar si a mi hermana le cambiara su operada nariz, sería un suicidio seguro, tampoco sería perfecto. La crisis familiar tendría finales tristes. La abuela nunca entendió la cirugía facial, inútil sería explicarle el suicidio de su nieta, una de sus preferidas, a causa de un conflicto de tal envergadura.
Tampoco sería mala idea que a la abuela le pasara algo, quizás Mamá pueda dedicar mas tiempo a su desalineada figura. Gracioso encontrar a la anciana por la mañana sin habla, siempre desvariando, siempre arruinando cualquier reunión familiar, mencionando a los que ya no están, hablando una y otra vez de papá. Ella bien sabe que a mamá le hace muy mal que lo nombre, a nadie le interesa demasiado conversar del tema, ya todos tenemos asumida su muerte y cada uno lo recuerda y punto. Mamá debería amordazarla entonces, si es que mañana no aparece muda.
Persona que no entiendo a mi Mamá, siempre pesimista y desacertada cuantas veces puede, a ella se le ocurrió llamarme Ángel, recibí cargadas desde muy chico, incluso una tarde casi salto de una terraza creyendo realmente ser uno de esos pequeños individuos. En otro momento de nuestras vidas me disfrazó para un acto en la escuela y desde ese día tengo el peor sobrenombre jamás inventado, obviamente y debido a mi pequeña estatura, soy Angelito para todo el mundo, si no me equivoco y como ya dije no hablamos mucho de papá, pero él quería llamarme Juan o Pedro o Pablo ya no recuerdo; pero cualquier nombre suena mejor que Angelito, asqueroso.
Esa es mamá, insegura hasta las muelas, poseedora de una mísera pensión la cual heredó de mi abuelo y en la cual vivimos todos nosotros, la típica disposición espacial de cualquier pensión, detallo; un patio interno, mucho metal, incluidas mesas y sillas, rejas, puertas que crujen, techos altos, baños compartidos, humedad, mucha humedad y perfectos extraños que no respetan y a la vez deben dinero a mamá, se burlan de mi abuela y darían cualquier parte de su cuerpo por pasar una noche en la habitación de la que se operó la nariz la semana pasada. No saben hablar de otra manera que con ademanes vulgares, no sé que tipo de sordera los afecta por que solo a los gritos se entienden.
Yo sigo sin poder dormir en esta pocilga, en cualquier instante el mal humor se apoderará de mí, comenzaré a odiar a todo lo que me rodea, por alguna extraña razón no entiendo la idea de dormir, la considero una enemiga a la cual tenemos que rendirnos y si no lo hacemos seremos momias por un día. Si los niños son conocedores de todas las grandes verdades de esta vida, no deberíamos restarle importancia al hecho de que ellos odian dormirse, se malhumoran.
Pero el mal humor es ajeno a mí. Solo es cuestión de pensar en las personas que nos quieren y en las que nosotros queremos, ellas son buenos atajos para llegar a esa pequeña barca que nos lleva a la otra orilla.
Esa barca blanquita que flota en un mar cristalino. Mi hermana viaja con migo. Lleva en su rostro una sonrisa hecha a pinceladas, su nariz es perfecta, obra de un artista dotado de manos otorgadas por Dios mismo. Cualquiera daría lo que fuera por portar fosas nasales que se muevan a unísono con el meneo de la barca.
A lo lejos, en la otra orilla la veo a Mamá entretejiendo plumas sentada en la arena, la abuela esta a su lado y manipula otras tantas, las gaviotas dejan caer sobre ellas unas cuantas más. El sol hace a las plumas blanco intensas. Estamos a punto de encallar en la arena. Mamá levanta el puñado de plumas que sujetaba, son un par de alas y son para mí. Mi ansiedad por tenerlas en mi espalda me empuja de la barca y nado hasta ellas, mi hermana ríe a carcajadas, su nariz se ve más linda que nunca, la abuela me toma la mano al llegar a la orilla, Mamá me abraza y adosa el plumaje en mi espalda.
Caminamos largo rato con la abuela, sin darnos cuenta trepamos un barranco escuchando anécdotas de papá quien luego de traernos en su barca se aleja y nos saluda elevando uno de los remos. Todo se ve distinto desde la altura, desde donde estamos podemos ver el fondo del mar, da un poco de vértigo. Pero la abuela conociendo lo temeroso que soy colabora a que alce vuelo dándome un pequeño empujón en la espalda. El mar está cada vez mas cerca, las alas parecen no funcionar, muevo mis hombros un poco pero tampoco resulta, logro ver mi cara de pánico en el mismo mar que se transforma en parquet.
Estas son las cosas que me malhumoran, cuando uno logra conciliar el sueño y se tiene que encontrar con una Mamá que le erra al nombre de uno, con una abuela entrometida, con una hermana que solo sirve para sonreír de manera divina y con una cama apolillada que noche por medio se le vencen las patas.




Peluches

Seres insignificantes, adorables por donde se los mire, cargados de signos y significados. Consecuencia de convencionalismos, tiernos y amigables.
Puedo sentir sus miradas sobre mí, nos hacen mejores personas, dan ganas de tenerlos solo con verlos. El rostro mas persuasivo será el que llevemos a nuestro hogar, imagino a sus fabricantes exclamando un exagerado suspiro al terminar su producto, por que aunque duela o moleste pensarlo alguien los crea y alguien vive de eso, son mera mercancía.
Este resumen de ideas mentales hace que me pase unas cuadras de la casa de Pamela. Soy fiel portador de un enorme peluche canino, confieso también ser comprador compulsivo de estas bestias tan simpáticas. Recuerdo una ocasión en que le compre a Carolina un oso gigante, tuve que tomar un taxi, aún no era astuto en esto de cargar peluches por la calle y confieso que algo de pudor me causaba.
El segundo desafío fue de índole felina, haciendo alusión al peluche y a mi novia, no podía regalar otra bestia mas que un tigre, así me sentía yo con ella, todo un bengala. En esa época estaban de moda las remeras que simulaban su pelaje, tenía en mi ropero unas siete que intercalaba los fines de semana.
El tigre ya no causó timidez en el traslado hasta la casa de mi novia, pude ahorrar unos pesos por no tomar taxi y esos mismos pesos los destiné unos meses mas tarde en el primer animal acuático, se trataba de una orca. No recuerdo si estaban de moda o yo me sentía ahorcado por esta chica, pero el cetáceo era de dimensiones únicas, lo puse encima de mi cabeza, caminamos hasta la parada del colectivo, recibí miradas de todo tipo, hubo empujones premeditados y molestos por parte de los viajantes.
Me vengué golpeando con la cola del animal a dos burlones colegiales que poco entienden de cortejar a una chica. A fin de cuentas entregué victorioso el animal, creo que no le gustó, ya que nunca lo vi en su habitación a la cual nunca entre tampoco, pero si espié una tarde por la ventana y no vi señales de la orca. Decidimos luego de una corta charla terminar la relación, le pedí que devuelva mi regalo y confesó sin titubear que se lo había dado al perro para que jugase. Un peluche y una mascota verdadera, en este caso un perro de pronunciada mandíbula, al cual ataba cada vez que yo llegaba, definitivamente no es buena combinación. No quise indagar mas acerca del tema y me retiré, pensando que quizás y ojalá la goma espuma le produjera algún malestar a ese desconsiderado can.
Creo que he pasado por todos los ecosistemas y tipos de animales; hormigas, ranas, koalas aviadores, peces, una vez incluso regale un murciélago.
Pero será por negación que nunca antes había regalado un perro, seguramente por esa experiencia con la orca, confieso que todavía la recuerdo con nostalgia.
Pamela es una digna merecedora de este Coli, pincelado a mano, color amarillo y marrón, la mejor imitación de Lassie que vi en mi vida, traído desde Taiwán, atravesando aduanas, aeropuertos, fabricado por personas que hablan otro idioma, de ojitos rasgados.
El momento es demasiado especial para mí, estoy a escasos metros de la casa de Pamela y sé que a ella le encantará el presente.
Estoy listo, muevo un poco mis hombros para relajar mis músculos, acomodo mi campera, acaricio al Coli y toco el timbre.
Largas horas de charlas y nunca se le ocurrió contarme que su padre había perdido los genitales al ser atacado brutalmente por uno de estos canes. Parecen tan dóciles en la televisión, hay tantos refranes al respecto, y este sujeto es castrado a mordiscos por el perro de su vecino de raza Coli un domingo mientras cortaba el pasto.
Pamela desmayada, el padre golpeando mi regalo, algún mordisco le dio también. Insignificante peluche generador de tanta ira.
Muevo mis hombros un poco para relajarme luego del espectáculo familiar que terminó con una certera patada en la mandíbula del regalo por parte de la madre de Pamela, que lo depositó cerca del cordón de la vereda. Gracias a unas gotas de Kerosén y un fósforo el peluche se encendió victoriosamente.
Todo fue un éxito, el padre de Pamela pudo descargar su venganza y la madre sacó a la luz su abstinencia sexual estirando sus piernas para dar ese puntapié.
Que otro elemento ejemplifica los momentos de la vida como los peluches, solo puedo pensar en eso mientras me alejo del humo de la vereda de Pamela.


Cigarrillos

En mi mente aún están, compañeros nocivos, he decidido no llamarlos por su nombre. Cargados de personalidad, en este caso de la mía. Imaginarme sin ellos es un final feliz. Las conversaciones ya no son lo mismo desde que no están, se hicieron mas superficiales, mis amigos me esquivan, ya no soy el que era.
Sin embargo soy el mayor orgullo de un terapeuta que, empecinado en solucionar mi vida, me aconsejó preocuparme por mi salud y en eso estoy, perdiendo amistades, aburrido, molesto y tentado por el humo. Encierro a mis visitas en el balcón, una especie de cápsula donde pasan los mejores momentos y se dan las charlas mas interesantes cuando organizo alguna cena, reunión o agasajo.
Acabo de caer en cuenta que ya casi no viene gente a casa, decorada con buen gusto, edificada con una hermosa vista al río, colores claros, bien moderna es mi morada, pero autoproclamada sector no fumadores.
Tengo enmarcado en el centro del living el último atado que consumí, se trata de esas marquillas dotadas de colores que enfurecen a los toros, con letras que pueden formar la palabra Amor con solo hacer un Origami, o la palabra Mar, monosílabo atrayente en las ciudades a orillas de un río.
Cada tanto algún viajecito hacía a las ciudades costeras, los médanos son sitios muy cómodos para observar absolutamente nada, una línea horizontal, una bola incandescente penetrando esa línea, un sonido constante generado por una masa de agua salada y espumante que le da a uno todos los elementos necesarios para cuestionarse la existencia misma. Momentos que no se olvidan, grandes hallazgos, sobre todo acerca de uno y la inmediata idea de montar un barcito a escasos metros de la masa salada y espumante para quedarse a vivir allí.
Estas ideas se desarrollaban con mas facilidad transformado uno en una pequeña chimenea, dejando salir por los orificios respiratorios la resaca de esa bocanada de humo que alegra el alma.
También aprendí a valorar los beneficios de mi decisión, estoy comiendo mejor, por las mañanas ya no pierdo el tiempo tirado en la cama, el cuerpo se activa con mas facilidad y recuperé el pulso. No dependo de una copita de alcohol para estar equilibrado, un buen vaso de leche alcanza. Lamentablemente tuve que abandonar el café, me dan demasiadas ganas de encender uno. Que rico era tomar un cafecito, prender uno de esos que ya dije no me gusta mencionar, apoyarme la mano en la cara mientras los labios besan ese anaranjado, portador de tantos males. Entrar a un kiosco y en lugar de dudar entre frutilla o vainilla decirle al muchacho que atiende la palabra Box y sentir que durante un día una cajita te hará silenciosa compañía. La necesidad de tocar el cartón es ansiosa, quitar ese envoltorio impermeable y golpear con fuerza el atado en la mano opuesta para que el tabaco se prense y que los innombrables sepan que ya tienen dueño.
En eso estamos trabajando con mi terapeuta, quien considera que soy proclive a retomar el hábito. Ya superé la etapa de tenerlo entre los dedos apagado, no pude ser radical al respecto, necesité muchos pasos intermedios, pero como hoy se cumple un año desde el último invité a mis amistades a casa, quiero mostrarles el enmarcado que colgué en el living. Quiero intentar que ellos sigan mi ejemplo es por eso que también invité a mi terapeuta para que hagamos un debate e intente convencer a la mayoría.
Los primeros invitados llegan puntuales, su aliento a innombrable es irresistible, no se dignaron si quiera a comprar unas pastillas para disimular. Enseguida prendo un incienso demostrando mi descontento, debo confesar también que me siento un tanto afeminado en mis acciones por llevar una nueva vida naturista. Orgulloso muestro mi cuadro, poca importancia le dan y la conversación se centra en el vino que trajeron y en quienes asistirán a mi reunión. Sé que se sienten tensos ante mi nuevo yo, tampoco arriesgo a comentarles que mi terapeuta llegará en cualquier momento, todos nos sentimos incómodos. Uno de ellos enseguida se dirige al balcón utilizando la excusa de la excelente vista de mi departamento. No demora en oírse el sonido de un encendedor siendo activado. El portero eléctrico gana mi atención por ser el anfitrión y dejo pasar el acto de falta de respeto, entiendo que den ganas de exhalar humo ante la molesta situación.
El departamento ya acoge a unas quince personas, todos los invitados cumplieron con su palabra y se turnan en tandas para entrar en la cápsula y fumar. Se oyen risas desde el balcón, dentro todos tienen dibujada una falsa sonrisa en el rostro y conversan con migo. Las empanadas y el vino dan motivo de charla, las de jamón y queso son exquisitas, las de carne suave las preferidas de las chicas, quienes a la vez prefieren Merlot y no Malbec. Eso me da un respiro mientras las risas provenientes del balcón interrumpen la música ambiental, de percusión africana.
Mi terapeuta en un as en cuestiones sociales, charla con cada uno de los invitados, a todos parece agradarles. No logro oír sus comentarios, pero noto a la distancia que generan atención. Como buen analista debe estar condenando la actitud de los que se aíslan es tandas para salir a contaminarse. Mientras una amiga me cuenta que terminó con su novio, veo a mi terapeuta que se dirige al balcón, a través de la ventana veo que todos le prestan atención, la charla dura unos minutos, mueve sus manos, acomoda sus gafas, mi amiga me sigue hablando y yo ya perdí el hilo de la conversación, solo afirmo con la cabeza y ella mueve los labios mientras imagino lo que está ocurriendo afuera. Palabras acertadas por parte de mi terapeuta y un manojo de conciencias arrepentidas de su comportamiento en mi reunión y de su calidad de vida. Mañana será un nuevo despertar para todos ellos. Mi alma se colma de alegría y me urge salir al balcón a escucharlo. Esquivo a mi amiga pidiendo disculpas e ingreso en la cápsula, al hacerlo noto que mi invitado sorpresa tiene en su mano un encendedor, recibe un innombrable de manos de un amigo y lo enciende. Veo el humo penetrar su boca y siento ganas de tomar un buen café. Todos me miran temerosos de mi reacción, mi propio terapeuta quien me aconsejó dejar de fumar resulta que fuma, las ganas de tomar un café se convierten en ganas de sujetarlo del cuello y arrojarlo al vacío. Me tomo la cabeza con ambas manos, mi terapeuta voltea y me mira. Descaradamente y mirándome a los ojos me reprocha no haberle comentado la vista de mi balcón, ni la clase de personas que son mis amigos, con quienes es imposible no compartir un innombrable. La remata diciendo que nunca me hubiera aconsejado dejar de fumar de haberlo sabido. Confesó ser fumador social y justo le dio por hacerlo en mi aniversario.
De mas está decir que este sujeto ya no es mi terapeuta, perdió un paciente, paciente de los verdaderos, no cualquiera puede tener un año de paciencia y no fumar un innombrable con semejante vista y con incondicionales amigos.
Ahora somos como hermanos, compartimos charlas de café, hacemos algún viajecito a las ciudades costeras a sentarnos en los médanos con alguna señorita a fumar unos innombrables, también estamos planeando abrir un barcito cerca de la masa salada y espumante. Todavía conservo ese atado encuadrado en el living de mi departamento, me hace valorar ciertas cosas para no perder nunca mas el rumbo.

Problemas para bajar una escalera

Ramón es pintor y dueño de una camioneta rastrojera de esas que tiemblan al andar. Orgulloso de su profesión y cuidadoso con sus herramientas de trabajo.
Una tarde mientras seleccionaba unas brochas, agazapado, fue víctima de un robo el cual le significó la pérdida de su bípeda escalera de madera. Por suerte en casa también somos personas orgullosas de nuestras pertenencias y las cuidamos en exceso. Mi padre quien había contratado los servicios pictóricos de Ramón gentilmente le ofreció nuestra bípeda escalera de metal para que pudiera pintar en término la fachada de nuestro hogar.
Nos enteramos en ese momento que el padre de Ramón también había sido pintor y que solo le dejó ese bípedo elemento antes de morir. Es interesante como uno se aferra a cosas insignificantes pero cargadas de sentimientos, en este caso una escalera.
El caso fue que Ramón apareció una mañana en su temblorosa camioneta y aceptó agradecido la escalera de metal de papá. Acomodó impecablemente sus brochas, pinceles, rodillos y espátulas. Era un verdadero artista, preparaba las mezclas con mucha pasión, incluso mi hermana la menor, quien por ser la menor es un tanto mentirosa, lo oyó conversar con la pintura mientras pintaba su habitación meses atrás.
El rito en cuanto a la escalera se inició con una caricia a su nueva compañera metálica, a quien abrió de piernas y le afirmó las trabas de seguridad. Mi hermana la menor afirma haberlo escuchado hablarle a la escalera también. La ascendió con mucha maestría y pasó un largo rato pintando en las alturas. Era un espectáculo verlo mover sus muñecas, un verdadero pintor de raza, heredero de generaciones. Manchado hasta las zapatillas de todo tipo de mezclas, medallas o heridas de guerras de paredes pintadas.
El silbido era otro rasgo característico en él. Si algo se complicaba el silbido cesaba y si la labor iba bien era armonioso. Esa tarde no silbó en ningún momento. Las horas pasaron y no había señales de un pintor trabajando en casa. Entonces decidimos asomarnos a la fachada y encontramos a Ramón intentando bajar la escalera. Parecía un bebé aprendiendo a caminar, bajaba el pie izquierdo y lo volvía a subir, luego encaraba con el derecho y repetía la acción de subirlo al mismo nivel del izquierdo. Lo miramos largo rato y no había señales de descenso. Mamá me miraba extrañada, yo me rascaba la cabeza. Nadie se atrevía a decirle algo. En las alturas la acción se seguía repitiendo, izquierdo abajo y arriba, luego derecho abajo y arriba. Decidimos entrar en casa y telefonear a Papá, quien tardó una hora en llegar y encontró a Ramón sentado, con cara de pánico y tomado de la cabeza en la punta de la escalera. Le preguntó sorprendido que pasaba y el pintor respondió que no se atrevía a bajar porque dudaba de la escalera. Mi padre no logró persuadirlo, y mi hermana la menor estaba hambrienta ya que había pasado la hora de la cena y por culpa del encantador de paredes no estaba la mesa servida. Entonces optó por las medidas drásticas y cerró bruscamente las patas de la escalera provocando la caída de Ramón. Papá logró atajarlo como pudo, yo algo colaboré también. Nadie salió lastimado, Ramón lanzó una mirada de enojo a la desplomada bípeda metálica, luego hizo lo mismo con mi hermana, tomo sus pertenencias y se alejó temblando dentro de su temblorosa rastrojera. Nunca mas supimos de él, tampoco regresó a cobrar la plata que papá le debía.
Yo me ofrecí a terminar el trabajo que él había comenzado, de tanto observarlo conocía innumerables secretos del oficio. El problema es que Ramón nunca me enseñó a bajar una escalera metálica y ahora estoy, sentado con cara de pánico y odiado, arriba de este bípedo metálico en el que no confío, bajando y subiendo ambos pies esperando a papá, para que intente persuadirme de bajar o a mi hermana la hambrienta menor para que le cierre las patas a esta cosa insignificante cargada de sentimientos.

Reloj despertador

Maestro disciplinario y disciplinado. Ha hablado de la historia del viejo continente infinidad de veces. Ha visto absolutamente todas las construcciones, desde las Góticas hasta Gaudí. Las batallas son su fuerte, tiene colgadas láminas de Waterloo en varios puntos estratégicos de su casa y solo una de Trafalgar. Cada fin de año se explaya en largos discursos en los que cualquiera se aburre y logra que nadie se aburra, incluidos alumnos y cuerpo docente. Sus travesías personales no superan los 300 Km de los limites del pueblo así que sus oyentes fieles le han regalando un viaje aéreo, algo así como una línea transversal, dentro de un mapa enciclopédico, que cruza algún meridiano propietario del pico mas alto de Europa y dando giros en espiral recorre todas las capitales creando latitudes únicas e inexistente, hasta volver nuevamente a la Argentina.
Al abordar el pasaje aéreo, transformado en avión, prometen traer regalos para todos, incluido yo.
Vivieron dos semanas de ensueño y caminaron apresurados por un manojo de guías turísticos, formaban ellos parte del manojo de extranjeros de visita que hay que pasear lo más rápido posible por que detrás vienen otros manojos.
El viaje les significó un gasto extra del presupuesto debido al cambio monetario y a que el pasaje aéreo no incluía ni alojamiento ni comida.
Fue en realidad algo simbólico para que lo colgaran en algún cuadro en la pared. Jamás pensaron que serían capaces de subir a un aeroplano. Sin embargo ellos lo hicieron.
Hablo el plural por que siempre anda de la mano, literalmente, de mi abuela, quien lo acompañó al viaje, obviamente.
El pasaje aéreo era de ida y vuelta por lo menos, así que los trajo, enciclopédicamente, de regreso a la Argentina con un manojo de rollos de fotos por revelar, de los cuales servirían dos, el resto era película mal puesta y el momento en que les robaban la cámara, mas los gastos de comida y alojamiento. Vinieron con ellos los regalos.
El cuadro fue ver a los abuelos desnutridos, algo anémicos, o por lo menos flacos, motivados por la alegría de volver y haber superado los 300 Km., los cuales no hubiesen hecho de no ser por la insistencia de mis padres. El cambio monetario les había consumido gran parte de su escasa jubilación, lo cual convirtió a mi abuelo en una máquina calculadora de números, de todos los números y del signo menos siendo presionado por el cambio monetario.
Se sentía uno realmente incómodo ese día. Los regalos fueron una buena excusa para que la reunión llegara a su fin. Todos recibieron una linda camiseta con el nombre de una capital europea, hablo de todos por que mi familia es numerosa, en total fueron catorce camisetas.
Yo sabía la preferencia que mis abuelo tenían por mí, y entendía las sonrisa de mi abuela. Cada vez que entregaba una camiseta me guiñaba el ojo.
Al llegar mi turno me entregó un reloj despertador.
No entendí el regalo, quizás querían que yo despertase de algún letargo, de alguna verdad, mentira o lo que fuere.
Algún día, de pequeño, me habría pasado algunas horas del salto de la cama. En ese entonces no creí necesitar un aparatito de tal naturaleza.
El reloj despertador siempre viaja con migo y me marca sutilmente la hora de sonreírles con la mirada entre blancas nubes.
Cada año me paro frente a sus tumbas y me rasco largo rato la cabeza, es que cuando pienso me dan ganas de rascarla y acaricio mi silenciosa compañía, convertida en blanca cabellera producto del tiempo.
Unas vueltas de agujas en sentido antihorario me depositaron de manera incierta en una charla de merienda junto a ellos dentro de los tiempos de nieto y pude agradecerles la idea de que entendiera los motivos a través de mi propia experiencia.

Espejo

Siempre prefiero mirarme un instante en el espejo antes de salir de casa. Observo mi atuendo y si algún detalle falla durante ese instante, movimiento de la ropa, color, forma, etcétera, vuelvo a mi guardarropa o ropero o placard y prefiero repetir la acción varias veces a quedarme con la duda. Este preferir me ha puesto infinidad de veces delante del espejo.
Hoy por primera vez me encuentro cara a cara con él y descubro que este simpático receptor de tanto mundo, que se para frente a él, solo me entrega fotos y no en movimiento. Empiezo a dudar de la calidad del regalo que comparo con vidrieras, con objetos apenas plateados artificialmente y caigo en cuenta que nunca oí hablar ni me reflejé en uno que envíe con retardo lo que son capaces de receptar.
Mi espejo no da el tiempo, empiezo a desesperar y a perder noción cronológica. Caprichoso y mal acostumbrado por mí, decidió mentir mostrándome algo que no soy. Las charlas se reiteran hasta que descubro que hablar con él resulta incómodo por que uno siente que se habla a sí mismo.
En las conversaciones que tuvimos decidí jugar un juego que consistía en quedarme la mayor cantidad de tiempo quieto simulando una foto. La profunda e interior risa no podía ser manifestada ante el hallazgo por tratarse de la regla numero uno del hito que era no poder moverse. Para no dejar de ser una foto la risa no podía ser expresada.
Entre foto y foto las carcajadas abundaban, mientras me preparaba para la siguiente solo me reía del recuerdo de la foto anterior. Una manera literal de perder el tiempo es estar simulando ser un instante, ser una foto, ante un espejo.
Una linda forma que tiene el receptor de tanto mundo de educarnos.
Así fue que conocí a mi espejo, quien por suerte volvió a exhalar sin retardo. Ya no paso delante de él y me contemplo sino que sé apreciar su arduo trabajo al tener que reflejar tanto mundo que se para frente a él.

Enfriador

Abrirla es una caja de Pandora. Nadie sabe que habrá depositado alguno de los otros en ella. Lechuga, espinaca, algún morrón al natural o al aceite, bananas, peces traídos recientemente del mar.
Cada uno tiene sus gustos y preferencias pero solo tienen un artefacto generador de frío donde depositar tanta heterogeneidad. Tampoco son personas que tengan inclinación por los productos tradicionales, jamás depositaron leche, ni derivados lácteos, tampoco bebidas con alcohol. Solo respetan una regla; la jarra con agua debe estar siempre al tope de líquido, insípido e incoloro.
En una oportunidad se descompuso y significó una reunión a altas horas de la noche. Se esperaron unos a otros y culparon al heterogéneo que tiene tendencia a depositar en su interior alimentos tibios o calientes; causa indefectible de rotura para un motor que da frío. No supieron dar explicación lógica pero la mayoría coincidió en la tonta idea y el culpable cayó de maduro. Al no poder costear los gastos de reparación fue dado de baja del cuarteto y le significó no poder guardar nada en ella. Durante esos días era frecuente verlo entrar con bolsas de hielo a su habitación, hasta que consiguió trabajo en una ciudad cercana y las tensiones se calmaron. Sin embargo olvidó una bolsa con unos diez kilos de hielo y el agua se escapó por debajo de la puerta llegando a la fuente de tensión del motor. Hubo entonces una nueva rotura.
La reunión se extendió hasta altas horas de la noche nuevamente. Esta vez había un inconveniente, no se podía sancionar al culpable por no formar parte del trío, tampoco se le podía pedir el pago del arreglo por estar fuera de la ciudad. Eran severos en cuestiones de Talión y exigían culpable y castigo. Todo se resolvió con un sorteo de nombres y el trío se convirtió en dúo, quien afrontó los gastos del arreglo.
La puerta ya no se abría con tanta frecuencia por la desafección de dos integrantes y el dúo no controló el medidor de frío; quien se ocupaba de eso había sido expulsado a altas horas de la noche en la segunda reunión. El exceso de hielo descompone a los artefactos generadores de frío y entonces se descompuso nuevamente.
Uno había decidido pintar un sector de la casa, y se encontraron manchas de pintura en el medidor de frío como en la jarra siempre al tope de líquido insípido e incoloro. El otro integrante, buen perito, denunció boicot, sabotaje y expulsó al pintor.
Abrirla dejó de ser una caja de Pandora, solo uno depositaba alimentos en ella y solo uno la abría. Incluso adosó unas planchas metálicas y colocó candado.
El que se había ido de la ciudad regresó. Era cotidiano ver entrar a los tres desterrados con bolsas de hielo en sus espaldas y al cuarto jugando con las llaves del cerrare, con cañas de pescar y con algunos pescados recién traídos del mar.
Fue en una de sus nocturnas salidas al malecón que, al haber olvidado las plomadas, decidió utilizar las llaves para hundir sus carnadas. Experto en nudos no imaginó que la marea subiría y mucho menos que dejaría atoradas sus llaves en las rocas. Su nudo falló a su voz de mando y las llaves descendieron hasta el fondo del mar.
Abrirla significó romper la puerta con la ayuda de un improvisado cerrajero. El trío desafectado se reunió a altas horas de la noche y declaró al pescador irresponsable al ser el único portador de las llaves del artefacto, el cual ya no tenía puerta. No tuvieron piedad y le quitaron el privilegio.
Enfriar sin puerta provocó el ocaso del motor, el cual se despidió con algunas chispas y sonidos enérgicos.
Todos cargan bolsas de hielo a distintas horas del día, y todavía se los oye charlar largo rato, a altas horas de la noche, intentando encontrar al verdadero y único culpable.

Fiesta de la cerveza

Habíamos esperado meses este día. Nos disponíamos a llegar a alguna barra de bar y luego a otra y a otra mas tarde también, a beber esa rica espuma blanca. Todos los días la saboreamos pero los 26 de marzo son especiales debido a la celebración de la fiesta de la cerveza en la ciudad.
La alegría aflora de las alcantarillas, nuestros vecinos son invitados de honor en el evento. Cada vez que pienso en ellos me viene a la mente una alcantarilla y viceversa, debe ser por su mal olor a perfumes caros. Nunca entendimos bien el porque de nuestras diferencias. Mi hermano y yo somos dos personas un tanto complejas y un tanto problemáticas a veces, pero tampoco creo que seamos merecedores de miradas tan despreciativas por parte de ellos. Poca importancia le damos al asunto cada 26 de marzo. Solo nos preocupamos por tener el estómago bien lleno para poder beber la mayor cantidad posible.
La ciudad va ganando movimiento con la llegada de la noche. Algunas calles son cercadas con barreras, para que nada impida la beata diversión. El cuadro es siempre el mismo, todo se torna intransitable, caminar entre la gente es una proeza. La belleza espumante intenta escapar de los vasos y lo logra con cada esquive de hombros entre los que solo piensan en beberla y en no desperdiciarla. Podríamos hablar de litros caídos. Nada de esto importa tampoco, la fiesta de la cerveza también es para las aceras y las alcantarillas, obviamente por tratarse de alcantarillas están incluidos mis vecinos en este derroche.
La camioneta ya esta en marcha, un ansioso bocinazo apresura a mi hermano que siempre anda buscando algo que se le perdió a minutos de tener apoyado el codo en alguna barra de algún bar, y luego de otro y mas tarde quizás de un tercero.
Por suerte ya estamos en marcha pero mi hermano está un tanto triste por no encontrar lo perdido.
El tránsito y los transeúntes que se arrojan delante de la trompa de la camioneta, solo por diversión, demoran nuestro esperado encuentro de cada 26 de marzo con la espumante blanca. Solo nos demoramos un poco en conseguir donde estacionar el vehículo.
La ansiedad es inmensa. Solo veo los dorados vasos plásticos flotando en el aire y derrochando algunas gotas. Saludamos amigos en la caminata hasta el bar, saludamos también desconocidos, que nos saludan por que nos confunden con otros amigos a quienes cruzamos unas cuadras antes y estos desconocidos se suman a nuestra caminata hasta la barra del bar. Somos una especie de procesión de gente rejuntada con el correr de los metros con un solo fin, darle un poco de felicidad a las desesperadas gargantas.
El bar es una fiesta de dorados vasos plásticos volando por el lugar, me cuesta ciertas veces ver a la gente. Las luces atraviesan el dorado de la belleza espumante y transforman el bar en una especie de danza de luces que se apaga con la sed.
Los codos ya están apoyados en la barra, la procesión se dispersa con la llegada de nuevos amigos, quienes ya son amigos ahora de los antes desconocidos.
Este año debo pagarle a mi hermano la primera ronda de bebida. La chica de la barra me sonríe, ya empiezo nuevamente a ver gente; la luz de los vasos plásticos ya no llama tanto mi atención. Espera saber de que color queremos la belleza espumante. Logro ver por el espejo a uno de mis vecinos que me mira a los ojos y levanta su vaso con motivo de brindis, yo le sonrío por cortesía y solo por tratarse de un 26 de marzo. Vuelvo a mirar a la chica y le pido dos fernet-cola.
No disfrutamos verdaderamente la belleza espumante con mi hermano, preferimos un buen trago amargo, como ya dije somos un tanto complejos y la aceras y las alcantarillas agradecen que nuestros vasos plásticos vuelquen un poco de petróleo espumante para asimilar tanta belleza.

Agujas

Cierta atracción generaban en ella los relojes pulsera. Desde su primera infancia, en su etapa oral, pretendía llevárselos a la boca. Ya en otras etapas le llamaban la atención los minuciosos detalles, números, formas, colores y sobre todo la aguja segundera.
Nunca entendió los péndulos, creyó que hacían estático el tiempo, por su ir y venir. Tampoco le fascinaron los relojes de pared, le resultaban los detalles muy toscos. Se trataba de una persona detallista.
Los modelos habían evolucionado cuando entendió la idea horaria y depositaron sus padres uno en su muñeca. Ya no eran tal cual los recordaba, ya no eran ajenos tampoco y con el correr de la aguja segundera, necesario paso del tiempo, descubrió una nueva verdad acerca del elemento portador del momento del día. Se trató de algo así como una desilusión, ya que prefería recordarlos tal cual los descubrió y no que la materialización de la idea penda de su antebrazo.
Fue entonces que intentó con los de bolsillo, poco frecuentes, dueños de elegancia y distinción, pero dependientes justamente de una especie de marsopa en el atuendo donde poder depositarlos. La idea tampoco le resultó buena.
Sus padres, preocupados por acercarse el momento de una decisión profesional en su vida, le sugirieron un viaje a Europa donde podría estudiar en la escuela del Big Ben londinense. El no fue rotundo por parte de ella, descubrió también en ese momento que sus padres tampoco la entendían, le resultaba imposible estudiar el tiempo como lo entendían los londinenses; capaces de crear una grotesca edificación portadora de un reloj pulsera. Era de muy mal gusto.
Por tratarse de muñecas, de agujas y del tiempo, algunos parientes y amigos creyeron que su vocación estaba enlazada con el tiempo biológico de los seres y sugirieron la medicina como carrera a seguir. No la sedujeron ni sus parientes y amigos y mucho menos las ciencias médicas.
Pasaron los años y no fue la astronomía, ni la física, tampoco la química, pensaron incluso en la filosofía, hilando fino, pero ella no se decidía por ninguna opción.
Algunos parientes y amigos fallecieron, al tiempo sus padres, todos ellos frustrados por no verla en vida convertida en licenciada o profesional o por lo menos aprovechando el tiempo.
Ella solo contemplaba el tiempo minuciosamente, sus teorías, nunca expresadas, quizás escapaban al entendimiento de muchos premios Nóbel de distintas ramas.
La aguja segundera siguió su rumbo circular en las muñecas de las personas y su tiempo biológico se extinguió también.
La arena quedó en la parte inferior del reloj de cristal, con detalles en madera en los extremos. Rodó y cayó de la mesa estallando en el piso, ante la mirada de un inútil observador del tiempo.

Licencia para colisión

El color no podía ser otro que el típico de los anuros, tampoco podía tener mas ruedas que dos. Velocidad una sola y constante con algunas variaciones favorecidas o afectadas por el viento. Llantas de ruta, guardabarros para protegerse de lo obvio, estructura metálica, altura hasta mi cintura, andar ruidoso, frenos gastados. Así la imaginé y en eso se convirtió.
El color no puede ser otro que el típico de los anuros para dar paso, que el típico de los hules que flotan en las bañeras de los infantes para demostrar precaución y que el típico color de algunos anuros centroamericanos un tanto venenosos para indicar la detención total del movimiento. Estructura metálica, similar a los mamíferos rumiantes africanos de cuello largo, y dependiente de corriente alterna.
El color puede variar según la preferencia del propietario de la licencia, calcomanías en la luneta trasera y el necesario abordaje de los pasajeros siempre por la puerta trasera, salvo cuando son cinco e implica que el conductor ceda un puesto delantero. No era el caso de esta clase de cesiones ya que el pasajero era uno solo y de sexo femenino.
Por una cuestión de equilibrio físico consta de cuatro ruedas que rodarán a determinada velocidad según la fuerza ejercida por el pie del conductor en el pedal acelerador, el cual forma una tríada con un intermedio al cual denominaremos freno y otro extremo al cual llamaremos embriague.
El color del cuarto en cuestión, único inocente, consta de cuatro ruedas, la misma tríada que el remiss, y mismas reglas físicas. Es siempre del color del carbón antes de ser convertido en brasa y del color del fuego de la mitad hacia arriba. Con un sombrero brillante y números.
Faltan solo quienes le den movimiento a tanta estructura metálica, salvo en el caso del semáforo quien, como dije, depende de corriente alterna que se destaca debido a la oscuridad nocturna del cielo.
Yo genero movimiento haciendo girar los pedales, la estructura mamífera rumiante africana no me da paso y me muestra un sapito centroamericano venenoso para que me detenga. No le doy importancia a la convención y doy giros fuertes a la pedalera.
El del color del carbón y del fuego lleva dos pasajeros y de sexo femenino, una de ellas de cabellos color carbón y la otra del color del fuego. Se dirigen perpendicularmente hacia mí. El viento me apoya en la decisión de transgredir el semáforo y trae consigo el rugir de un motor. Noto que quien dirige el viaje del carbón y el fuego, mas comúnmente denominado taxista, observa mi acción y se indigna. El rugir del motor se acerca y adopta una postura transgresora al igual que la mía y no respeta al anuro centroamericano.
El problema cuando uno transgrede es que ciertas veces encuentra personas rectas que obedecen al típico color del pasto y atraviesan correctamente una calle sin dar rugidos de motor y a paso de tortuga de tierra.
La composición sólida transparente, enmarcada en la parte delantera de los que colisionan, estalla y se convierte en arma blanca para el fuego y el carbón, quienes dejan caer de sus heridas faciales líquido del color que indica la total detención del movimiento.
El sonido a metal aboyado llega unos segundos mas tarde junto con gritos, desazón y arrepentimiento. La composición sólida transparente sigue aún en el aire y en los rostros, mas llama mi atención la primera. Los sedimentos regalan un despliegue de colores en su recorrido al asfalto.
El sonido y los gritos despiertan una especie de solidaridad en mí y olvido ser tan culpable como quien traía rugidos ventosos por la avenida nocturna.
El metal se tuerce, se rompe, se aboya. Las composiciones sólidas transparentes se sedimentan con facilidad y son proclives a convertirse en armas blancas. Las compañías de seguro intervienen. La corriente alterna es indiferente a los transgresores y los pies de las personas son ansiosos en cumplir una meta; generar movimiento.

Ciudadana Che

Había leído y releído a Umberto Eco en tan solo dos meses y aún no recordaba su nombre. Su parentela le sugirió la barroca lectura a modo de apoyo pero ella se empecinaba en hacer memoria y no sabía entender las pistas de sus nietos y bisnietos.
Solo le resultaba interesante la vieja abadía, el oscurantismo medieval, la restricción del saber y sobre todo el policial dentro de una denuncia histórica.
Día por medio recibía de su parentela y vecinos las flores homónimas a su nombre. No había caso, no lo recordaba.
Tanto se extendió el asunto que nietos y bisnietos desistieron de ayudar. Pensaron que estaba burlándose de ellos, les resultaba insostenible e inaudito que alguien no recordara su nombre y declararon a la anciana excesiva y excedida en su intención de llamar la atención.
Ya nadie pronunciaba su nombre. Sacaron de su mesita de luz la obra del dramaturgo Eco y lo botaron en una caneca, dejaron de enviarle flores y cuando se dirigían a ella utilizaban el querido “Che”.
De tanto nombrarla de esa manera nietos y bisnietos olvidaron el verdadero nombre de la senil burlona, la cual en tan solo dos meses leyó y releyó todo lo pertinente a su nuevo nombre. Se enteró entonces la historia de un homónimo guerrillero, quien podría haber sido su nieto o bisnieto, muerto a causa de una traición francesa en un país limítrofe.
Sus parientes habían fijado un día a la semana para reunirse e intentar recordar su nombre. Lo mas cerca que estuvieron fue al creer que se llamaba Margarita.
Una tarde mientras veía televisión encontró una de sus películas favoritas, El Ciudadano. Durante dos meses leyó y releyó obras pertinentes al filme y entendió el verdadero significado de la palabra Rosebud, entonces pidió a nietos y bisnietos que compraran un diccionario ingles-español, español-ingles y los citó al día siguiente a una reveladora merienda. Todos asistieron y se sentaron alrededor de la anciana quien luego de leerles y releerles en voz elevada el significado del vocablo en inglés cerró bruscamente el mataburros. Nietos y bisnietos se miraron largo rato, la senil abuela para algunos y bisabuela para otros les había indicado el camino para que la ayudaran a recordar nuevamente su verdadero nombre y nadie lo logró. Todos decidieron optar por las responsabilidades sociales y se retiraron.
Ella se dirigió a su habitación y se acostó de manera autosuficiente en su cama. Faltaban pocos minutos para que anochezca y la noche llegó. Se durmió abrazando un libro negro de letras doradas.
A media noche abrió los ojos inspirada por un hallazgo. Murmuró = Rosa =. La revelación fue discreta y se acalló en su autosuficiente soledad, dejó caer luego un libro de letras doradas con la cara de Orson Welles en la tapa.
Nietos y bisnietos no supieron revelar el misterio y seniles por cuestiones genéticas depositaron una lápida dentro de una necrópolis que aún dice; “ En memoria de Che” más abajo firman “ Nietos y Bisnietos ”.

Volantes

A ella le llamaba la atención el costo del énfasis visual de los panfletos y él tenía una desconocida verdad para ella. Dependiendo de la tirada conocía los costos de impresión del novedoso elemento de análisis entre ambos. El discurso duró unas cuadras hasta recibir nuevamente un panfleto de una nueva profesional del asunto. A esas alturas métricas el diálogo se había disparado hacia otros puntos de análisis.
En el siguiente volante el énfasis era de carácter sintáctico, la alusión era generada por un juego de palabras, hablaron incluso de semiología sin lugar a redundancias ni a ambigüedades.
Nuevas alturas métricas marcaban sus pasos y sus gargantas se sentían sedientas de tanto debate. Bebieron una gaseosa adquirida también gracias a una profesional del asunto, la cual les hizo un leve descuento de carácter comercial. No le dieron verdadera importancia al siguiente volante y se generó un incómodo silencio entre ambos, quizás aun saboreaban el líquido espumante en sus agitadas gargantas.
Los metros los alejaron de la zona céntrica y las profesionales del asunto fueron desapareciendo junto al eco del sonido a medios de transporte en angostas calles y al moho.
La conversación llegó entonces a su fin, se miraron desconcertados, descaradamente buscaron algún volante en el piso que les genere diálogo y no lo encontraron.
Por fin se besaron intensamente en una esquina sin semántica ni énfasis visual, mucho menos con sequía en las gargantas y ambigüedades.
Siendo ambos profesionales en el asunto de besar, se dieron el primer eslabón de una cadena de besos callejeros.

Cuestión de tiempo.

Luego de un largo y solitario discurso a sí mismo, miró a los ojos a su perro y le hizo una pregunta, quien al momento de responderla la olvidó.
Aún se miran a los ojos y siguen intentando, pero ninguno de los dos recuerda si ese día lograron entenderse.

Leones calvos

Sus padres lo habían llamado León, nombre y animal poco común de este lado del mundo. No le faltaba melena para sentirse cual rey de nuestra selva pero el problema no era la forma sino el color oscuro de la misma. Intentó con tinturas varias, incluso en las cejas y sufrió ardientes decolorantes en el cuero cabelludo.
A todo tipo de tratamientos se sometió, pero todos traían aparejado una disconformidad de su parte y un hazmerreír en quienes lo veían con frecuencia.
Fue entonces que comenzó a disimular su azabache cabellera con rubia actitud y logró fundar una legión marginal de oídos lesionados por el tiempo verbal del prójimo.
Como primera medida ejecutaron manifestaciones urbanas y quemaron cientos de libros que significaban los nombres propios.
Así calmaron su sed de cambios un tiempo y prefirieron no mirarse a los ojos ni entre ellos ni con los demás.
El asunto tomó un rumbo extraño cuando se sumaron a la legión minusválidos e incluso ciegos y algunos sordos que se enteraron por vías poco convencionales de la existencia del grupo, que reclamaba un replanteo a modo de protesta.
El organismo regulador de este tipo de hechos los convocó para llegar a un acuerdo racional en situaciones donde se ausentaba la única razón.
En virtud de llegar a una solución se logró convencer a la legión y obtuvieron la facultad de cambiar sus nombres ya que le resultaba imposible cambiar el concepto de ellos frente a los demás. León se opuso rotundamente y mediante careo logró mantener su nombre y el de los legionarios, quienes sacaron partido del oído del organismo regulador exigiendo dar ellos nuevos nombres a todos los habitantes de la nación.
Un domingo de Mayo cada habitante entró a un cuarto oscuro acompañado y debió dar su nombre a otro de manera secreta.
El último en ingresar fue León y se encontró solo en ausencia de algún interesado en su nombre.
Eran impares las cifras estadísticas de población y no le quedó mas remedio que mantener su nombre y notar la calvicie, en un sector de su melena, que se reveló en forma de espejo en la pared opuesta a la salida del cuarto oscuro.
Luego de tantos años de batalla legal la eventual falta de cabello se le presentó como símbolo de buen augurio venidero.

Excusa ocular.

Los anteojos olvidados nos miraban detenidamente implorando el recuerdo de una vista afectada por el tiempo. Los reflejos dibujaban una apariencia ocular en ellos más, faltaba la materialización de ese recuerdo al que recordábamos sin nombre.
Justa ayuda para una persona tan linda como ella, cordobesa hasta las pestañas y orgullosa de su evidente miopía. Llegó hasta nosotros chocando con cuanta silla se presentó ante ella. En cada brusco encuentro una sonrisa aparecía en su rostro. Todos nos desplomamos en carcajada y vimos como su rostro cobraba vida al portar los anteojos olvidados. La sonrisa le quedaba mas linda con sus ojos enmarcados en aumento.
El siguiente encuentro fue a los meses y en nuestras particulares charlas confesó no haber bebido en largos quince días. Todos nos enorgullecimos de las buenas nuevas, tanto de las que nos involucraban como de las que solo prestábamos oído.
El dato curioso de la reunión fue verla de espaldas, dirigiendo su débil mirada a una de las paredes y no al centro del óvalo que habíamos trazado con tizas en el piso a modo de ayuda memoria.
Su pulso era inestable a la altura de los cigarrillos que llegaban a su boca. Mi abstinencia intentó contarlos y fueron alrededor de cuarenta dentro de noventa minutos de espera. Esa tarde conjugó verbos como nunca y todos quisimos que fuera el centro del óvalo para verla mover los labios.
Minutos antes que el encuentro llegase a su fin, como era habitual en ella, se puso de pie y se retiró por la línea vertical que conducía a la puerta que alguna vez la había visto entrar con la mirada enmarcada en aumento.
Una vez mas los anteojos habían quedado sobre la silla y nos miraban mentirosos por haber visto algunas copas de alcohol la noche anterior.
La cordobesa jamás regreso por ellos, entonces me llevé las gafas en mi último encuentro y enmarqué mi vista en su necesario aumento hasta la tarde de café donde alguien con acento cordobés tocó mi hombro, me arrebató los anteojos, me abofeteó, luego arrojó el aumento enmarcado al piso y lo pisoteo unas quince veces. Se sentó de espaldas en mi mesa para evitar seducirme y me pidió fuego para su cigarrillo, el cual sostenía con total seguridad.
Mi irritada desazón por el ocasional reencuentro exigió trago largo y gracias a un hiperactivo camarero la compañía no tardó en llegar. Ella se limitó a un vaso de agua. Los anteojos me miraban destrozados en aumento y el silencio me llevó a beber un poco de trago largo con sabor a fermentación.
Empecé a recordar algunas cosas, como que mi esposa cordobesa me acompañaba a mi recuperación del alcohol y que necesitaba ayuda al momento de mirarme a los ojos.
No me queda entonces otra opción que sujetarle la mano a esta mujer y alejarme dejando unas monedas junto a un trago largo vacío hasta los hielos.
Quien tomaba un café en la mesa contigua pide un trago largo y queda iluminado por las destrozadas gafas afectadas por el paso de una cordobesa enorgullecida de no querer ver más a través de ellas.

Moda muda

Había vivido unos meses en zonas geográficas cercanas pero distintas unas de otras solo por el atuendo de sus habitantes.
Experimentó en regiones mas alejadas y el clima lo indujo a nuevas ropas también propias de cada sitio. Así cambió de superficial parecer respecto de él y de su particular manera de vestir.
En una oportunidad, mientras viajaba hacia otra latitud se cuestionó su vestimenta; logró hacerlo sin ayuda de reflejos unipersonales y fue entonces su sombra una fiel aliada. El sol cayó y la idea encontró su ocaso.
Prosiguió su viaje y adoptó cuanta moda geográfica y cultural se presento ante él.
Al regresar a su lugar de origen, aun traía acomodada a su cuerpo algunas telas cosidas a mano y algo de lana a modo de decoración, se sumaba a la desentonación un gorro hindú que tapaba sus orejas.
Su sombra fue nuevamente una fiel aliada para mostrar el contraste y el olvidado ropero no guardó rencores a la traición viajera y lo proveyó de los atuendos propios de su lugar de origen, los cuales ya estaban algo pasados de moda.

Si la mi do la do mi NO

Cada letra comenzó a entonar una nota musical en sus anotaciones. Luego las palabras conjugaron las partes y dieron como resultado una estructura única e indivisible.
Los soportes rayados hicieron de cuerdas a un desconocedor de asuntos musicales y logró entender una escala infinita que se prolongaba con el correr de la tinta, que hacía a la vez de púa melódica.
La estructura se extendió junto con una molestia en la muñeca del intérprete. Los tonos fueron perdiendo armonía y la púa sintió una sequía irremediable.
El silencio fue ganando importancia y logró prevalecer ante una inútil tinta desechable que con sus últimos húmedos suspiros permitió que el desconocedor de asuntos musicales le diera un poco de son a sus ideas sedientas.

Alegoría hogareña.

Los objetos obvios daban una sombra engañosa. El platón de cerámica se representaba exógeno a su propia escencia, quería en realidad no ser tan explícito en su representación mas tenue.
Los mobiliarios centraron su atención en la no autogeneración de fieles reflejos y simularon ser inmuebles.
Los elementos de la cocina, envidiosos de los ricos aromas del toilette, se auto proclamaron escencias y fragancias bañando el mármol en forma distorsionada agradables al olfato y exentos de grasitud.
Los envidiados por estos últimos optaron por los colgantes y se engañaron sintiendo flotar aferrados al cielo raso.
Las puertas simularon ser botellas y las botellas ser copas, quienes se inclinaron por la sombra de mi tocadiscos, el cual se había transformado en una campana de poca amplitud de frecuencias.
No puedo ser menos que la necesidad de negación idónea por parte de todos ellos y me reprimo presionando unas perillas que dejan a oscuras el capricho engañoso.
Mientras mi sombra camina en cuatro patas en dirección a mi habitación oigo la bípeda representación de mi mascota que mastica unos discos de vinilo con sabor a alimento balanceado.

Viajeros.

Se subieron a un crucero que los llevaría al otro lado del mundo, era la primera vez que se realizaba en la historia de nuestras naciones. Al llegar la hora de la cena y luego de doce largas horas, las cuales habían depositado al crucero mar adentro, el capitán le habla a su tripulación, por los recientemente inventados altoparlantes, y comunica un grave problema, pide también que nadie se alarme.
Era una travesía inédita y entonces la gente se alarmó. Corrió por proa y popa. Los altoparlantes, recientemente inventados, fallaron a la voz del capitán.
Uno de los pasajeros alertó a la gente de navegación y un alarmado oficial intentó salir de la cabina de control y golpeó sin culpa al timonero, quien era también amigo del desesperado oficial, y provocaron una fatalidad.
Algunas porosidades del océano golpearon a estribor y el crucero se hundió dejando una gran duda entre los sobrevivientes y los no sobrevivientes; cual fue el grave problema.

Magia.

Compró una chistera de mago. Sacó de ella una carpa y la llamó circo, luego extrajo malabaristas, algunos trapecistas, bestias feroces, animales inofensivos, equilibristas, enanos y payasos.
En la primera función se sintió exhausto y con los últimos trucos que le quedaban a la chistera se convirtió en niño espectador de su ilusión.

Generación butaca.

Ese día prefirió sentirse heroico reclamando asientos para un par de ancianos que viajaban junto a él en el servicio de transporte urbano.
Acusó a unos cuantos jóvenes y hasta insultó a unas viejitas merecedoras de butacas pero no tan mayores como los dos que viajaban parados.
El disgusto tomó forma de agresión verbal hacia el chofer quien durante el espectáculo matutino se limitó a observar por los espejos retrovisores.
Su sentido de solidaridad exagerada provocó un hondo pesar en los pasajeros que optaron por descenderlo por atrás declarándolo excesivo en cuestiones de derechos de ubicaciones. Se aseguraron de trabar las puertas para que no subiera nuevamente al transporte.
El colectivo se llevó por la avenida las butacas dejando el asunto como al principio.
Los jóvenes exhaustos de serlo mantuvieron sus miradas en el piso disimulando haber visto a ancianos parados exhaustos de serlo también.

Blanco implícito

Dependiendo del horario recibía respuesta por parte del otro.
Cuando uno habla mucho su cero no apetece dirigir palabra. En épocas de charla la relación parece ir bien aunque los momentos de no charla dan vivos signos de motivos de separación.
Optaron entonces por los mensajes escritos y les resulto útil un corto tiempo, hasta que uno, esta vez el cero, comenzó a excederse en las líneas y provocó un hondo aburrimiento de lectura ya que nunca fue adepto a las líneas extensas, mucho menos en metáforas simples de principiante dramaturgo.
Fueron reemplazados los mensajes escritos por papeles en blanco acompañados por una firma que indicaba sus nombres. Establecieron así un convencionalismo formal para que ambos supieran cual era el estado de animo del otro.
De tanto practicar firmas se sintieron tentados a un nuevo convencionalismo formal y disolvieron el matrimonio recurriendo a apetitosos juristas quienes dieron un Justiniano tajo en la división de bienes.
Los elementos necesarios para la cómoda soledad se duplicaron y por no tratarse de asuntos que involucran infantes uno se sintió iluminado en regalar una metáfora sin excusas infantiles y la adhirió en la puerta de entrada de su antiguo hogar.
El otro volvió a dejar un papel con su firma en la misma blanca puerta la cual soltó la metáfora y efectos gravitatorios la depositaron en su mano. Su mirada la leyó y se hidrató en llanto al sentir entender el silencio meditativo del principiante dramaturgo quien con el correr de las líneas dedicadas daba indicios de eterna compañía.
El entendimiento fue frágil, la metáfora se hizo ambigua en su lectura y el que leía sintió un adiós por parte del poeta que aún espera silencioso el correcto entendimiento de la intención literaria.

Contienda

Las tropas avanzaron por el llano hacia la cañada comandados por dos generales, dos coroneles y dos tenientes; el resto se agrupaba en soldados rasos.
Guerra inminente, conflicto a punto de resolverse en campo de batalla. El problema fue de carácter fronterizo, solo unos metros cartográficos movilizaron a docenas de personas dispuestas a dar la vida a asuntos de mapa en épocas de imperios disfrazados.
Habían pactado el combate cuerpo a cuerpo, nada de pólvoras, solo algunas ilegales armas blancas haciendo memoria a las bien ponderadas victorias imperiales de ambas naciones.
Un experto cartógrafo leía un libro de estrategia bélica en una colina cercana y aguardaba novedades para dar forma definitiva al mapa y enviarlo al rey.
La contienda finalizó cuando dos certeros sablazos dieron muerte a los dos tenientes, únicos jerárquicos digno de morir a manos del acertado héroe propietario del sable.
Las tropas se retiraron de la cañada y se alejaron por el llano sintiendo una métrica pérdida territorial y jerárquica.
Nombraron dos nuevos tenientes y al año siguiente declararon guerra nuevamente.
El mismo sable enemigo los venció y los perdedores cedieron nuevos metros.
Durante diez años una batalla se libró y el cartógrafo aguardó novedades a escala, las que beneficiaban siempre al bando del héroe. El enemigo quedó solo reducido a la ciudad capital.
El sable sintió deseos de extinción total y declaró por primera vez guerra. La idea se convirtió en frustración luego de un ataque frontal que desequilibró las fuerzas de sus tropas. El retador defraudó a su pueblo y el ansioso cartógrafo se retractó devolviendo metros a la ciudad capital.
Durante otros diez años el propietario del sable declaró guerra y las perdió. Mientras tanto su enemigo se fortaleció nombrando dos Coroneles, dos Generales, dos Tenientes y recuperó una bella dama.
El cartógrafo devolvió los metros dejando las cosas como al principio. Cerró el libro de estrategias bélicas y, sintiéndose defraudado por no poder acabar una solitaria partida de ajedrez, arrojó al Rey sobre el campo de batalla dando por terminada la contienda.

Noticias de desarraigo

Leía con empírica nostalgia el periódico de su país antes de abordar un avión que lo llevaría lejos de las primeras planas locales.
Las secciones fueron perdiendo importancia y la melancolía, con aroma a tinta fresca y a papel recién guillotinado, lo arraigaba tajantemente de su paisano sentir criollo.
Los altavoces lo sedujeron con voz femenina a sonreír con algún chiste cerca al final de una carcajada producto de Clemente, quien en contadas ocasiones lo había hecho emocionar; incluso sintió entender un tal Matías.
Los dibujos pidieron empiria para grabarse en los extremos de su húmedo dedo índice y quedar estampados en un sector de una extensa planilla que exigía huellas dactilares y le permitía alejarse de sus pampas hacia otras alturas geográficas con dos lágrimas caídas; una sobre el papel periódico y la otra sobre el recuerdo de las primeras planas locales.

Un país en serio

En su oportunidad de discurso disparó:
“Hay un país que tiene que ver con la amalgama y todo lo referido a él pertenece a una tabla periódica donde los elementos no se repiten sino que regresan camuflados en otras formas y con otros nombres.
La triste intención de ser metal precioso fallece ante la deshonra de ver la plata en cada nombre propio.
Pareciera que este país necesitara darle brillo nominal a la empañada tabla periódica que desconoce la existencia de un mataburros que define a cada uno de sus componentes, los agrupa y reagrupa dando forma a la Argentina, descendiente de la plata y por lo tanto orgullosa de contar en su territorio de absolutamente todos los recursos naturales pero superflua al momento de llamar a las cosas por su nombre.
Poco originales resultan los derivados de la idea original en un país donde suficientes errores se han cometido que conviene no profundizar demasiado en el asunto patrio y su relación con este brillante metal que se opaca al ser mal manipulado.”
El anfiteatro solo atinó a aplaudir por no entender su reflexión y algunos funcionarios, incluso, al sentir oír palabras de elogio pidieron por escrito el discurso para enmarcarlo en sus despachos.
Quien solo ensayó palabras al aire se retiró llevando en su mano derecha un maletín cargado de hojas en blanco.

Colorín colorado

Pablo se cuestionó la cromática de los sueños de los que no ven. Intentó humanizar los sentidos subestimando el poder sensorial de una especie entera.
Esa misma y reveladora tarde de siesta un ciego soñaba impresionismo alemán leído en braile. La ilusión monocromática llegó a su fin con el surrealismo, y paso necesario por el postimpresionismo, se oyó un grito que tiñó sus sueños de colores. De allí en más los cielos fueron violáceos y las esferas amarillas.
Mientras Pablo sacaba una conclusión lógica quien soñaba despertó sonriente de su colorida siesta.

Día D

Uno debía levantarse a la hora que le pareciera conveniente, otro podía hacerlo a las diez para acudir al trabajo y el tercero imaginaba comenzar el día a las nueve para cumplir con favores de domingos olvidados en el tiempo.
La noche les puso y opuso delante de sus olfatos algunos aromas femeninos que resultaron irresistibles e intentaron conquistarlos.
La idea no era mala pero les produjo una sensación de derrota compartida cuando los olfatos femeninos giraron de izquierda a derecha dando a entender una rotunda negativa.
Algo de drogas se les ocurrió entonces y la noche parecía no tener un mañana. Risas, jarana, diversión, caravana, juerga, chistes y peripecias definen el efecto duradero.
Al acabarse el hecho carioca se encontraban muy cerca de unas niñas que avanzaban hacia sus papilas gustativas. Los besos no tardaron en llegar y las hormonas exigieron cerveza negra.
Brindis, roce, lenguas, manos, erección, compra de preservativos y lamentos al día siguiente por el hotel alojamiento fueron lo importante en orden jerárquico.
Las doce de la noche habían pasado y el domingo se presentaba con vivos signos de semana inolvidable por vivir.
El problema ocurrió también a las doce pero del mediodía siguiente cuando ninguno de los tres asistió a sus compromisos.
El que debía levantarse a la hora que quisiera no consiguió dormir en toda la semana y perdió cientos de neuronas por un vicio pasajero. El que trabajaba nunca llegó, ni ese día ni nunca. Huyó con su chica en viaje sudamericano para descubrir ciertas verdades y a conocer Brasil.
El de los favores domingueros a sus familiares optó por hacerse un favor y renunció a su familia por años. Ni siquiera atendió llamados de su madre.
Luego las cosas se acomodaron a medida que fue falleciendo la parentela y fueron pasando los domingos.

ALCA traz

Invocó fantasmas adormecidos en el Aqueronte, al tiempo descubrió algunas hadas en regiones inexploradas y los hongos lo sedujeron a la voracidad.
No satisfecho con sus nuevas compañías decidió convocar nuevos fantasmas quienes hablándole al oído le susurraron algunas verdades que se materializaron en forma de sustancias al tiempo nocivas.
Las regiones inexploradas fueron pobladas por urgidos guerrilleros y la zona fue bombardeada a la altura de las primaveras sureñas latinoamericanas.
Nunca jamás logró ver la infinita mirada de las hadas y la voracidad fue reemplazada por honda expansiva ascendente cual hongo.
Dejó entonces que penetrase sus pupilas la incoherente lucidez hasta apoderarse de sus dos hemisferios, los cuales nunca sospecharon el paso guerrillero que depositó en su mente nuevos fantasmas a la altura del Apocalipsis otoñal norteamericano.

Hijo de su madre

El economista comenzó a tener algunos conflictos de índole numérica. Luego de recibir amenazas telefónicas los nueve milímetros se le presentaron como principal enemigo. Por ser ardiente y fogoso amante de la futura esposa de un general militar debió cambiar la ubicación de su loft y mudarse a nuevas numeraciones barriales.
Los vecinos poco tiempo duraron al ser descubierto por reporteros, en carácter de paparazzis, besando a la futura esposa de un flamante director de ocho, súper ocho, dieciséis y treinta y cinco milímetros.
En ese entonces su madre lo hipnotizó detectando un serio problema milimétrico, no por el tamaño del asunto que ganaba importancia y envergadura sino por el mas pequeño de los componentes del sistema decimal.
Los más cercanos a los decímetros siguieron costándole gastos de mudanzas cuando se congregaron en centímetros y luego de emplear mal unas precias dosis de un secular medicamento, una métrica línea recta en un cardiograma lo ubicó uno decámetro bajo tierra en un cementerio ubicado a unos novecientos noventa y nueve hectómetros en el kilómetro uno de la ruta que conduce a las sistemáticas urbanidades.

Genuflexión

Montó un negocio dirigido a satisfacer necesidades culinarias. Se dedicó sus últimos y karmáticos años a la gastronomía.
Para su genial idea realizó entrevistas pactadas en día y horario, dando como resultado un selecto grupo humano similar a las manolas lorquianas.
El ambiente no tardó en tornarse espeso y los cánticos serviles en aburrir a la clientela.
Por temor a bancarrota rotó a las manolas declarándolas culpables e intentó romper su propio maleficio manipulando las estadísticas de desempleo dejando a los supuestos culpables de patitas en la calle.
Pactó nuevas entrevistas y conformó un nuevo y selecto grupo humano. Nuevas directivas se le ocurrieron y dio instrucciones precisas de cómo ser mal compañero de trabajo, obligándolos a abandonar a sus parejas estables, para que atendieran de manera sumisa y se sintieran solteronas al igual que las manolas de Andaluz. Tampoco colmaron sus expectativas.
No logró realizar su sueño feudal de morir como Amo y Señor al no encontrar siervos en tiempos capitalistas y un Octubre diecisiete clavó unas maderas en la puerta de su quebrado imperio gastronómico. Con dos martillazos en su pulgar izquierdo por malograr algunos golpes imaginó de manera ignorante disparos de los cañones de un barco acorazado que depositó en su matrimonio un futuro de solterón.
Mientras su mujer cerraba un libro acerca de los bolcheviques y decidía sentirse manola antes que sierva de un zar en tiempo de zares derrotados.

Sequía

En un país donde jamás había llovido vivía un habitante con el don de provocar lágrimas en los demás. Fijaba su mirada en un ojo ajeno y una lagrima afloraba del opuesto.
Cuando las autoridades locales advirtieron la existencia de esta facultad individual lo comunicaron a los altos mandos nacionales quienes citaron al fulano. Lo sedujeron a provocar un diluvio nacional utilizando su particular manera de hidratar miradas.
Convertir una masa gaseosa en milímetros a escala pluvial se le presentó como desafío. No contaban en el asunto intereses económicos, solo la necesidad de agua caída del cielo para todos los habitantes del pequeño país.
Aceptó y se dedicó un tiempo a observar las nubes. En una oportunidad logró que se oyera un trueno acompañado de relámpago en la lejana línea del horizonte.
Hubo un temor compartido en los novatos de la lluvia y pidieron a las autoridades no continuar con la idea por temor a represalias divinas. Un plebiscito marcó el fin de los reclamos y gracias al fraude electoral el fulano continuó ensayando para el regocijo de las clases dirigentes.
Los siguientes truenos y relámpagos fueron casi apocalípticos. Sonidos estremecedores hicieron tambalear las torres mas elevadas y un certero relámpago dejo a oscuras el pequeño país.
Una porción de cielo cayó sobre la tierra justo encima del fulano que observaba una gota de lluvia caer a lo lejos.
Todo el país lo lloró y la gota nadie la advirtió.

Solitario

Nos cuesta decir que Juan es una persona solitaria cada vez que alguien pregunta. Por que en realidad es un perro verde.
Pasa largas horas encerrado en su casa inmerso en partidas de ajedrez, sin contrincante. Los fines de semana mientras nos entretenemos jugando en duplas algún partido de pool, él pide una mesa aparte y se entretiene jugando solo, es blancas y negras a la vez, es lisas y rayadas, corre de un lado para el otro en el metegol para llegar a atajar sus propios tiros al arco y se justifica diciendo que no le gusta competir.

Silbidos

Desde mi ventana se oía una melodía efecto de armoniosas y
molestas alarmas de automóviles parqueados en mi misma cuadra. Cada despertar se torna odioso y el malhumor rutinario.
No puedo tener menos que cortinas para sentirme aireado en esta ciudad donde las puertas son angostas y no abunda la luz natural. Mis camaradas se han habituado con aparente facilidad a la oscuridad, sin embargo a mí me sigue generando miedos. Mis apariciones en reunión se han ido a otros horizontes; me generan real taquicardia las personas que prefiero imaginarlas a conocerlas.
Como excepción a mi fobia aparece la musa del desvelo con uniforme colegial, guantes, bufanda y andar ligero para asistir a clases. Es ella la encargada de mis despertares matutinos con su caminata hacia el colegio y su silbido.
A su paso, ya revelado el misterio de la intencionalidad de su discurso, traducido a pentagrama, va activando las alarmas de los que aparcan en mi cuadra. Solo mi Volkswagen, con cierta apariencia a insecto, es indiferente al subversivo silbido por no contar con alarmas.
Simulan ser uno pero he descubierto que el agudo es a la vez el mas grave de las notas en clave de un sol, que ya no disfrutamos, que ha sido emulado, mediante medios no convencionales por opacadas circunstancias terrenas.
Un Ptolomeo dibujaría una estrella de espaldas a tanta mezquindad y no iluminaría los sectores que olvidaron estar a la luz, al igual que mi musa al
alejarse de mi cuadra, llevando a otras esquinas una iluminada y delatora sonrisa de alarmante travesura.

Caballerosidad

Llegaba cada día a la peluquería reclamando cabello mal cortado y el único involucrado le retocaba la cabellera haciendo que al día siguiente regresara. Siempre por la tangente de la monotonía u obsesión capilar.
Yo una vez al mes me relajo en la inmaculada butaca para ver pasar, a través del espejo, a la gente de mi barrio.
La caída de mi oscura cabellera, entre la cual noto unas preocupantes canas, demoran unos siete minutos y; en esos mismos instantes, que se duplican gracias a mis asuntos, dan lugar a la entrada de este sujeto que espera ansioso, moviendo sus pies, el correcto agite de tijeras para la conformidad del placer de su caprichosa mirada y de su insoportable narcisismo. El espejo me permite ver el peinado de la víctima y entiendo su reproche.
Junto con la necesidad de irme llegan mas clientes que someten por su ansiedad al pobre piso con golpes bajos desde las suelas de sus zapatos.
Mientras siento algunos pinchazos en la parte interna de mi nariz, producto de mis propias canas, y mientras regreso de mis asuntos descubro que al igual que toda esta gente, que me mira a través del espejo mañana, además de todos mis asuntos, tendré que volver a darle unos golpes a este piso por la tangente de alguna monotonía que reclama justicia capilar.

P.C. (psíquico combate)

Bajó un programa de computación y se convirtió en su peor enemigo hasta la demencia de solo arruinarse la vida uno a otro. El programa y el hombre enfrentados
en un hallazgo púgil.
Los primeros dos rounds fueron temerosos, solo hubo que reiniciar la maquina dos veces y el otro logró instalarlo con cierta facilidad. Los siguientes cinco asaltos fueron indescriptibles, incluso uno casi pierde su trabajo por no dormir durante cinco días hasta que las quejas y el sueño lo vencieron. La tercera parte incluyó meses con el aparato descompuesto y gastos en otro tipo de tecnología.
El round doce los encontró cansados y sorprendidos al saber que estaban dispuestos a pelear hasta el asalto quince.
Tuvo que acabar y acabó durante la noche cuando un virus de esos que dañan computadoras tomó el mando de la situación infectando a ambos de la peor de todas las enfermedades; la indiferencia.

Recursos humanos

La última semana de trabajo apareció desnudo frente a una clienta que se le insinuaba. Luego las cosas fueron mejorando cuando se desnudó ante las que no se le insinuaban.
Trágicas y olvidables se volvieron las ventas en esos exhibicionistas días.
La decisión estaba tomada pero un milagroso llamado telefónico que incluía amenazas lo salvó de la desocupación.
Pasó a deposito donde estuvo unos meses lejos del contacto con la gente.
Tan pronto le cerraron las puertas en la cara encontró una nueva manera de ser promovido a otro sector y por cuestiones lógicas no era echado aún.
Los sectores pasaron y con ellos también lo hizo el tiempo, testigo de nuevos episodios desentonados por parte del empleado. Entre peripecias el teléfono sonaba amenazante, incluso habían establecido una manera de hacerlo sonar y que resulte hostil.
Así gracias a la insistencia telefónica llegó a ser propietario del lugar, recibiendo títulos de propiedad transferidos a su nombre, etcétera.
Ya no trabaja con nosotros, desde que se convirtió en dueño del lugar la primera medida que tomó fue atender a las clientas desnudos, motivo por el cual las ventas subieron abismalmente. Solo llegan las insinuadas y son muchas.
Tampoco nos frecuenta, aquel don dejó un gerente en bolas que nos vigila mientras él se rasca sus exhibicionistas genitales en alguna playa de este mundo.

Alistarse

Hizo una exhaustiva lista de obligaciones y responsabilidades a la cual le dibujó en cada extremo una rosa.
La solución de la mayoría de los puntos llevó al agregado de nuevos proyectos y cuestiones por resolver. Nuevas rosas aparecieron en nuevos extremos de hojas arrancadas de algún cuaderno abandonado y deshojado cual margarita pidiendo ser querida.
Las listas llegaron a su fin con los años y el necesario fuego ardió con los asuntos por fin resueltos y cientos de docenas de rosas en los extremos.
La calma solo duró unos instantes cuando se dirigió al escritorio, sacó un lápiz, deshojó una margarita del cuaderno abandonado y tildó el ítem de la lista que permitía el incendio total de los asuntos; mas abajo logró leer en voz alta: – visitar a la abuela. Mas abajo decía: - pedir disculpas a los vecinos por el humo.

Desapariciones

El problema no fue tener un amigo invisible sino a la edad en que lo inventó.
Tenía casi veintipico y el hallazgo le produjo psiquiatras y terapeutas por sugerencia de sus padres a quienes dejó de frecuentar por encontrar en sus compañeros sicóticos del loquero buenos oídos.
Al tiempo logró escapar gracias a la ayuda del único invisible en su nuevo grupo, quien le mostró un túnel seguro y secreto. Nunca mas supieron de él.
Sus familiares aún intentan encontrar ese amigo invisible para que les indique su paradero.

Asilo nazi

Un tal Frederssen se radicó con su familia en la Argentina luego de un cataclismo industrial en su país de origen.
Llegó de Alemania con siete monedas de oro en las que había quedado estampado el rostro de María en su cara mas linda y en su perfil más favorable.
Las administró de siete maneras distintas y una de ellas resultó ser millonaria como lo fuera en extranjeros tiempos.
Intentó reunirse con las otras seis y ocurrió que en la quinta oportunidad de adquisición la segunda tuvo algunas pérdidas y debieron ser sacrificadas la tercera y la cuarta.
El alemán fue perdiendo el acento tal como lo recordaba y otro dialecto se filtró en forma de manifestación verbal. Apenas recordaba su fábrica y el vacío de poder que le produjo una revuelta de sus propios obreros. Por suerte en esos planteos del pasado las ideas surgían en español y los motivos parecían aniquilados.
Las siete Marías jamás lograron juntarse por no darse cuenta que desaprovecharon su propia vida cuando, atadas a una idea que resultó al poco tiempo huida, debieron buscar nuevos horizontes.
Hoy están azotadas por las nuevas directivas de ser alojadas en la Argentina que apenas recuerda las siete caras de una misma María.

Tarantela

Se mueven de ocho maneras distintas solo para desplazarse de la forma deseada.
Imaginen de estas pequeñas tropezonas unas tantas, cada una moviéndose a su antojo. Mi cuerpo quedó tieso ante el espectáculo arácnido. Todavía me causa escalofríos. Tuve que tomar coraje y entender sus movimientos para que ya no causaran impresión corporal y continuar mi aventurado viaje.
Coloqué mi mano palma al cielo para que una de ellas subiera y sus ocho miembros acariciaron mis dedos lentamente. Mi color facial se enfrió hasta igualar los glaciares que se descongelan con transparente facilidad. Mis dedos tomaron envión y expulsaron una fuerza de resorte que elevó al arácnido unos metros al aire. Pude disfrutar el espectáculo de ocho maneras de intentar volar. La caída fue un éxito y se unió a las demás para transmitirles su experiencia aérea.
Pude superar el percance con la tonta idea de los buenos augurios que las arañas traen a quien se topa con ellas.
Una corta caminata me alejó del paraje con una inmensa duda, algo así como de que sirven tantos pasos si no se tiene nada bueno que hacer con ellos.

Desokupas

Incluía el descenso un sueño de altura, seguía la cama y la cantidad de pisos en rieles mecánicos; en total fueron siete hasta una escalera de fachada y desfachatada que conducía a la acera.
Necesario descenso con ayuda de adecuado calzado y caminata llana hasta el acceso eléctrico de la estación del subterráneo. Los rieles marcaron el primer ascenso junto a algunos empujones forzados por quienes descendían de los vagones.
Superado el incómodo viaje, el cual fue más llevadero gracias a los periódicos ajenos, comenzó el real ascenso; escaleras a pie apresurado, el elevador descompuesto en el ámbito laboral le significó doce pisos en escalera y unas gotas de sudor que nacían en la papada, surcaban la nariz y morían en las cejas.
Una recepción amistosa mostró el nuevo despacho del madrugador promovido a gerente por finales trágicos en el anterior. El día siguió ganando altura y el lugarteniente resolvió con gran maestría los entreveros de la jornada.
Al momento de retirarse a su hogar decidió elevarse unos pisos a pulmón y desde el punto mas alto del edificio vio como la ciudad se encendía. Sintió, entonces, necesidades aéreas y saltó al vacío.
Cuando la caída se ponía seria las siete de la mañana lo oxigenaron de un sueño de altura que lo obligaba a poner los pies sobre la tierra para descender en busca de empleo.

Pólvora

Controlaba los sonidos de la estación planetaria. Nada escapaba a su sutil manera de oír.
Sin embargo un día descubrió una alteración en su sentir. Una extraña exclamación apareció y agregó una nueva manera; la de escuchar.
Resultó ser un certero disparo en una zona débil de Bill. La primera muerte había llegado al pueblo. Las cosas de allí en mas fueron empeorando hasta la necesidad de necesitar el primer cementerio.
Lastimada, débil y aturdida se siente quien controlaba los bellos sonidos de aquella estación planetaria.

Timonero

La discusión en ese momento giraba acerca de cual de los posibles viajes era conveniente tomar.
El primer pasajero, solidarizado con el chofer en su afán por levantar la mayor cantidad de personas posibles, dio origen a la segunda pasajera; de anillos dorados y con problemas en su automóvil último modelo. Por tratarse de gente pudiente y, como tales, buenos con los mas necesitados se manifestaron en tercer tripulante levantado a escasas cuadras de la zona portuaria. El taxi apestaba a peces muertos gracias al atuendo del pescador que debía recoger a sus hijas, quienes automáticamente, se convirtieron en cuarta y quinta pasajeras, mas mochilas escolares.
Durante horas cada uno de ellos sugirió posibles viajes oídos por la radio. Solidarizados los estratos intentaron un sexteto que, acompañado de su mascota, opinaba cuantas veces podía apoyado por ladridos en sus ideas.
Mientras las niñas cantaban canciones absurdas y aplaudían la señora de anillos dorados intercambiaba gustos de pintores clásicos con el primer pasajero que declaraba cierta inclinación homosexual e impresionista.
A fin de cuentas los aturdidos oídos del chofer llegaron con los bolsillos llenos de recaudación a su hogar y tanta solidaridad convertida en estratos dio unos cuantos viudos y dulces vasos de vino para beber.
Lo acompañó una foto convertida en esposa dentro de un cajón en una necrópolis a la cual hay que pagarle mes a mes exageradas sumas de paciencia.

Propiedad privada

Su hogar se transformaba cuando miraba los pisos.
Eran únicos, los imaginaba con alguna capa de cera o brillo y se sentía dueño de una mansión o castillo. Incluía la ilusión zapatos de estilos francés barroco en sus pies.
A su mirada era el mas bello y sus visitas solo se acercaban para envidiar su piso cada día más. Fueron las mismísimas visitas las que crecieron en número y luego de una traumática noche, donde toda su cuadra comió en su casa de casualidad, apareció un geólogo que ofreció analizar el fenómeno y descubrió una luz de la tierra con imagen y semejanza. Esas dos palabras así mostradas atrajeron a cientos y luego a miles de sotanas, incluso blancas.
La institución que representa esa idea en la tierra le compró la propiedad para fundar un monasterio. Él solo les pidió llevarse el piso de su hogar mas miles de motivos para vivir tranquilo por nietos y bisnietos.
El monasterio se fundó pero al tiempo la luz se extinguió y una mansión iluminó la tierra por la belleza de sus pisos que nadie barre, que nadie pule o aplica cera.

Ida

Mientras dibujaba tuvo una idea y decidió dibujarla.
Un nuevo hallazgo se le presentó y necesitó dibujarlo también. El lápiz solo alcanzó a bocetar cuando una cuarta idea pidió hoja en blanco.
No descartó ninguna, solo se limitó a seguir los impulsos de su muñeca que imaginaba caprichosa nuevos ensayos.
Cuando el asunto parecía perder sentido, tenía ante ella cientos de dibujos inconclusos, una idea le marcó las líneas necesarias a su lápiz para acabar el primer dibujo que comenzó como idóneo y resultó necesaria distracción.

El proceso de la comunicación

Las palabras le salían de la boca en forma de burbuja de jabón en vez de emanar sonido.
Al reventar uno la esfera transparente aparecía en el aire la palabra expresada. Si alguna se perdía la idea de entenderlo se esfumaba cual burbuja de jabón.
Así se comunicó largo tiempo hasta que se sintió incomprendido y decidió no halar más.
Intentó con las señas pero no se sintió a gusto con la idea.
Creyó conveniente retomar el diálogo fluido cuando descubrió que él tampoco entendía a los demás en su manera sonora de comunicarse y que demasiado divertido le resultaba conversar con alguien y verlo reventar burbujas en el aire.

Deseo

Le confesó haber tenido sexo con él en sueños. Al avanzar el relato se desmintió calificando de relación sexual el acto, que con el correr de los detalles se convirtió en sentimiento de amor que acabó con la vigilia.
Se sintió avanzado por ella y sonrió mientras se despedía.
La noche lo encontró en sueños un tanto eróticos. Algo de corsetería y mucha piel pidiendo ser besada. Esta vez el enamorado fue él y el alba el verdugo prohibitivo.
En su siguiente encuentro matutino sonrojado explicitó el suceso. Ella continuó declarando sueños de embarazo.
La siguiente noche los encontró en una capilla contrayendo matrimonio inconsciente. La noche de bodas duró lo mismo que las demás y él aceptó darle apellido al venidero. El alba los juntó erguidos y curados de amor.
Aún sueñan encuentros conyugales, conversan acerca de la mejor educación para sus hijos, hacen el amor como la primera vez y durante las horas de sol se miran sonrojados y mantienen relación con sus parejas estables.

Noches geriátricas


Comenzó soñando como acabaría el día.
Notaba vivos ejemplos que las situaciones presentadas ante él podían tener ese desenlace tan triste.
Los puntos de encuentro eran los mismos que en el sueño.
La tarde lo encontró preocupado al ver los sujetos que afirmaban lo que seguiría.
Cuando llegó la noche decidió acostarse a altas horas de la llegada de un nuevo sueño que le afirmaba que seguiría vivo al día siguiente.

Al borde

Delante de su casa había dos árboles. Uno sobresalía por su belleza y el otro estaba en otoño superficial.
El más verde, único verde, atraía aves exóticas en peligro de extinción. El otro atraía a los seres más despreciables. Aves extrañas y todas de color negro, algunas criaturas que se arrastran trepando el tronco y unas bestias felinas hambrientas de aves en peligro de extinción.
Esta situación zoológica lo hizo tomar la decisión de podar al que se parece al sepia otoñal.
Optó antes por dormir unos minutos. Al despertar cambió de parecer y se dispuso a podar al de los pajarracos en peligro de extinción.
Tomó su hacha y decidido a hacerlo se derramó en pasión con una lágrima, que marcó en su mejilla, la idea de mudarse a otro hogar.
Creyó conveniente no molestar la sabia decisión de la naturaleza de crear dos estaciones opuestas en flora y fauna a centímetros una de otra.
Que importa si detrás de ellas había un hogar.

Sed

Hicieron una fiesta para celebrar los nueve años sin agua potable en el pueblo y la muchedumbre encendió una fogata cerca de productos inflamables.
El cuerpo de bomberos intervino y tuvo que utilizar las reservas de agua filtrada para contrarrestar las llamas.
Finalizado el acto llamativo la muchedumbre avanzó unos metros y a pedradas se manifestó contra los dirigentes por no prever la cantidad de agua necesaria para satisfacerlos.

Palabrerío...

Nihil: Término germano que significa “nada”. Utilizada por Nietzsche para declarar la muerte de Dios.
Aqueronte: (mitología griega) Río que separa el mundo de los muertos del que habitamos los que aún estamos vivos.
Ptolomeo: Pensador Griego. Elaboró el paradigma de la tierra como centro del universo.
Rosebud: En inglés pimpollo (ver el filme The Citizen Kane)
Orson Welles: Director de cine estadounidense. Obra cumbre The Citizen Kane (El Ciudadano)
Platón de cerámica: Referido a la teoría de la alegoría de la caverna elaborada por Platón.
Manolas lorquianas: Leer Rosita la solterona de García Lorca.
Acorazado barco: Ver el filme el Acorazado Potemkiem del excelentísimo Sergei Eisenstein.
Origami: Arte oriental de hacer móviles con papel.
Genuflexión: Acción de doblar las rodillas en señal de reverencia.

“ Con su misma dignidad quiero elevar mi grito a la memoria de mi abuelo, honorable padre de nuestra particular familia ”.