lunes, 19 de diciembre de 2011

2012

En el mundo actual florecen culturas y subculturas (mueren unas y nacen otras, desestimando por completo su significado), un poco por moda, otro tanto por generar una pasajera identidad … quizas a modo de protesta o como respuesta al cansancio de una sociedad cada mas abstracta y efímera, donde los valores y las creencias son puestas en tela de juicio, hasta por el mas torpe académico… donde considerar algo eterno es lo mismo que un periódico del día, que dura veinticuatro bloques de sesenta minutos. (y cuidado si descubren que matemáticamente el día oculta algunos segundos de más) ¡Que importa!
He descubierto una gran verdad y es que hemos abusado de la capacidad que se nos ha dado de transformar y de transformarnos, como también en la libertad de crear entornos adecuados para aumentar el plano de nuestro análisis crítico como individuos y ni hablar cuando quitamos la lupa para vernos en sociedad.
Una pausa propongo, una pausa que detenga los mas desaforados mecanismos que permiten un avance hacia quien sabe donde.
Una pausa y una brusca reversa para apreciar algo de lo que existe a nuestro alrededor, que a la vez sirva de abre caminos, para volver a pisar nuestros propios pasos ¿Qué tiene de malo? y regresar por el mismo camino recorrido para notar que debimos aprender algo más de lo ínfimo que retuvimos. Porque un camino, al igual que un río, nunca es el mismo, el agua corre buscando escapar hacia algún manantial que le permita ser ella misma (ni siquiera sabe si es hombre o mujer) y el camino es una eternidad de opciones que pueden bifurcarse cuando nuestros pasos lo decidan y aunque pensemos que vamos abriéndonos paso, hay caminos que parecen olvidados, pero no son una doncella cuidando su inocencia, ya conocen la conciencia de los hombres, ya los ha devorado entre sus piernas.
NO podemos creer a ciencia exacta que una cultura milenaria haya logrado anticiparse a nuestro destino para atemorizarnos, pero si debemos ser capaces de valorar sus enseñanzas y su legado. Debemos ser lo suficientemente capaces de minimizar nuestro presente y entender que apenas llevamos cien años dentro de una burbuja de aparente conciencia, donde la mala administración de la libertad es la madre de nuestro futuro, y el Mago Merlín parece harbernos proveído de todo lo necesario para la comodidad de nuestros fines: la tecnología. Amiga del hombre, enemiga de los lazos fraternales, reductor de distancias, orgasmo de los adictos a las interfaces multimedia, y de los que adoran perder el tiempo utilizándola y conversando de ella, también es reprochada por los que antes fueron análogos, etcétera.
Es imposible no detenernos y aceptar esta pausa para comprender (no solo entender) que debemos ver hacia atrás, e incorporar algo de esas enseñanzas, y no solo porque se acerque el 2012, sino nuevamente minimizarnos y ver nuestro tiempo como una fracción de tiempo donde debemos lograr un lazo de energía – porque eso somos – y darnos el verdadero lugar en este juego, asumiendo que eso que tanto buscamos en la maleza virgen, alguien ya lo encontró hace miles años y lo grabó en piedra para ahorrarnos ese esfuerzo.
Sepamos vernos para saber proyectarnos …

miércoles, 4 de mayo de 2011

La fiesta del bigote

Se trataba de la fiesta del bigote, con peinados -demi sec- tipo gomina y asquerosos milicos bebiendo champán Dom Perignon. Un piano de cola en el porche les daba la bienvenida a estas bestias, haciéndolos sentir favoritos y privilegiados por alguna inconsciente deidad.
Aquella noche, el cuartel - ubicado en un barranco- era para estos “ilustres perspicaces”, sí; se trataba de una fiesta de perspicaces, insensatos y absurdos moralistas. Que fumaban cigarrillos marca “Nobleza”, porque no sabían donde más hallarla.
Tan absurda era aquella noche, aquellos peinados y el champán que los invitados saboreaban. Eran mas de cien los que asistieron a esta fiesta del bigote como respuesta de obediencia hacia su General, colocado en ese puesto por autoproclamación y un fraude electoral bochornoso, más que por virtud o merecimiento. El General había fundado la cofradía del pícaro más perspicaz.
Cerca de las diez de la noche el cuartel apestaba a banalidades y debates torpes acerca de un planeamiento social chimpancé, hablaban de la guerra del pueblo, -como si el pueblo no tuviera derecho de pelear- y de sus nuevas corrientes políticas que avalaban los planes de gobierno, como un séquito de simios desglosando el sistema algebraico alfanumérico – que no existía.
Se sentían a gusto, con una cuadrilla de servidores armados con gorras y metras, cuidando los límites del cuartel y con patrullas que, en lugar de andar cazando agitadores, sintonizaban música en sus radios, al tiempo que trucaban y retrucaban con naipes españoles. Estos servidores fueron galardonados con los desechos y desperdicios del banquete de la fiesta del bigote. Fumaban también “Nobleza”, pero la llamaban fasos, que compartían a secas en pitadas, mientras se contaban historias tontas -o mejor dicho, relatos perspicaces- de las decisiones políticas del último mes y de los fusilamientos del pasado martes en la Universidad, donde habían apresado a cientos de estudiantes movilizados por una protesta moralista, pero ellos cuidaban a los juristas del amoralismo.
- ¿Me escuchas Alberto? Le pregunté a mi espejo (mi nexo con el exterior). - Si, te copio Gerardo. – me respondió Alberto.
- Acá la cosa todavía está tranquila- le dije.
Utilizábamos unos wokitokis que habíamos traído desde Córdoba para este operativo y para los siguientes, de ser necesario.
Sabíamos de la fiesta del bigote porque el viejo del gordo Medina trabajaba en la cocina del cuartel y cocinaba para varias cúpulas militares. Se había ganado la confianza de un par de Sargentos cercanos al General y se enteraba de los movimientos de la élite, aunque muchas veces la información se divulgaba como despiste, -ellos sabían que los enemigos estaban en sus mismos pasillos, y desconfiaban hasta de las almohadas-.
Una noche el viejo del gordo Medina nos invitó a su casa, para brindar con una botella de sidra que se había llevado de la bodega del cuartel, según él por equivocación – todos nos reíamos del dato-. Esa misma noche también nos atragantamos con el puré de papas con mostaza al saber que, el viejo del gordo Medina, les colocaba laxantes en los platos de comida y que, casualmente, todos los baños del cuartel se encontraban cerrados con llave. Fue así, entre risas, que planeamos ejecutar este arriesgado plan, lo llamamos Plan A.
Bebimos demasiado y decidimos no hablar del Plan A hasta que supiéramos bien cuándo y cómo lo íbamos a hacer. Tampoco era recomendable envenenarnos la sangre de venganza, porque la cana andaba cerca de cualquier sospechoso y luego del asalto al banco, estaban cerca de la identidad del grupo y de quienes éramos sus miembros.
No sabíamos hasta que punto corríamos peligro y hasta donde nuestros movimientos revolucionarios eran acechados. Solo estábamos seguros que no había buchones entre nosotros, y eso alimentaba las posibilidades de ejecutar el Plan A.

Seguramente la idea de una fiesta con bigotes postizos, como elemento distintivo, podría partir de varias ideas: en referencia a Adolf Hitler, a quien admiraban, por analogía al socialismo Stalinista o quién sabe porqué. Pero como la ocurrencia no podía estar ausente en esta reunión de perspicaces, la mayoría de ellos llegó con bigotes de famosos, tipo Dalí, Chaplín (o el otro), Groucho Marx (No Stalin), Genghis Khan, Francisco Franco, Pancho Villa, Albert Einstein, Fu Manchu, Emiliano Zapata, otros tipo Cantinflas, como un Beatle, o como próceres y caudillos. Por estrategia, el mío cubría una gran parte de mi rostro, y era similar al de Nietzsche.
Dentro de la fiesta tenía dos compañeros disfrazados de milicos y aguardaban mi señal, en cuanto el General hubiera tomado varias copas de champán, buscaríamos la manera de persuadir a su guardia personal con una distracción planeada, que nos permitiría capturarlo y tomarlo como rehén, estaban inhabilitadas las tramoyas rescatistas: No había rescate que lo salvara del enjuiciamiento, seguido de interrogatorio, tortura hasta que develara la ubicación del cuerpo y ulterior asesinato. Mi labor en el Plan A era decisoria.

El Plan A:


Mientras el viejo del gordo Medina me metía por un pasadizo en la cocina a la fiesta del bigote, un Chevrolet se estacionaba, justo debajo de la placa que marcaba la altura de la calle, e indicaba que estábamos en el mil novecientos setenta y algo. El Chevrolet esperaba un escape exitoso, con el General como cautivo, de eso se trataba el Plan A. Yo me había ofrecido a entrar allí, camuflado, infiltrado y dispuesto a convertirme en un mártir, solo para intentar secuestrar al General y averiguar porque habían profanado la sepultura de nuestra heroína nacional y adonde la habían escondido. Se trataba entonces de una redada silenciosa, sin patrullas, sin policías- porque eran del otro bando-, solo un perfecto impostor, o sea, yo.
Debía identificarlo y acercarme a él lo más posible, era famosa su simpatía por el pensador Friedrich Nietzsche, y sabíamos que le causaría una buena impresión mi bigote. Durante ese mes, estudié todo lo referente al pensador. Conocía datos exactos de su vida, de su obra y de sus amores y pasiones mundanas.
Una vez que me ganara su confianza, un mesero (el gordo Medina) llegaría hasta nosotros a ofrecernos una copa de champán, sabíamos que era su bebida favorita y que no se resistiría al ofrecimiento. Todas las copas de la bandeja del gordo Medina, estarían adulteradas con un fuerte somnífero de acción lenta que le provocaría al General un malestar y un posterior desmayo. El colorado Amaya – el otro de nuestro bando- tenía porte de alemán, tez blanca y pálida, le terminaban de adornar el rostro miles de pecas y andaba disfrazado de doctor, portando un bigote como de capitán de barco. El asunto del champán y del doctor infiltrado, estaban resueltos gracias a la influencia del viejo del gordo Medina y sus nexos cuarteleros. En el baño había un desagüe que comunicaba con la cocina y por allí sacaríamos al General. Pero para llegar a ese momento debíamos anular a su custodia personal con armas escondidas entre los carritos que recogían los platos sucios. Ese momento sería el más complicado, ya que un disparo haría entrar en pánico a todos los invitados, que si bien disfrutaban el sonido de guerra, lo preferían lejos de sus celebraciones y de sus pellejos.
Si el General caía en el Plan A, nada ni nadie podría evitarle su enjuiciamiento. Tampoco era viable un tipo de inteligencia militarizada en una situación tan extrema. Sabíamos que los cabos eran torpes y nuestros movimientos habían sido ensayados por meses.
Esa noche el General portaba su bigote postizo, al igual que todos los invitados, y se encontraba rodeado de alcahuetes y chupa medias. Eso imposibilitaba mi acercamiento y demoraba mi participación en el plan. Sabíamos que el General se iría luego de las once de la noche, era un hecho. Burlar a los lame botas que lo tenían rodeado se convirtió en un desafío prominente, había demasiada gente a su alrededor oyendo sus barrabasadas acerca de un piloto de helicóptero que había quedado viudo. Pobre tipo.
Faltaba solo una hora para las once y si el Plan A no funcionaba, entonces decidiríamos accionar el Plan B, que era mucho más arriesgado y nadie quería llevarlo a cabo porque era como dispararnos un mortero en la cara. No creí que llegaríamos a ese extremo, debíamos lograrlo con la idea del champán adulterado.
Mientras esperaba, varios me observaban, y yo no hablaba con nadie, incluso ya había tenido contacto visual con el General en varias oportunidades, a lo que tan solo pude asentir bajando el mentón, ante su insistente mirada. Me comencé a sentir aburrido y asustado, pero no arrepentido y decidí salir para reportar la situación a Alberto -mi espejo- para acomodarme el bigote y así fumar un cigarrillo, cuando de pronto vi a un contrarrevolucionario – según nuestro punto de vista nosotros éramos los revolucionarios, pero según el suyo, ellos estaban llevando a cabo la revolución- que se acercaba hasta mí en una bicicleta marca Bianchi –las conocía bien porque había tenido una herencia de mi abuelo-, color verde oliva, con un dínamo que colgaba encima de la llanta delantera y apuntaba hacia mi frente como un láser de historietas del espacio -también las había leído.
Apagué rápidamente los wokitokis y empecé a fumar con delatora ansiedad. Este cabo que montaba la bicicleta marca Bianchi llegó hasta mí, y no tardó en proponerme diálogo. Mientras yo fumaba y tocaba mi bigote corroborando la sujeción, el joven me hizo una venia y me pidió un cigarrillo, accedí inmediatamente y se lo entregué, él dejó en el piso su bicicleta marca Bianchi. Me puse mas tenso de como me encontró. Me volteé y pude ver a varios sujetos que me rodeaban: dos con uniforme militar y un mesero que había estado en la cena de la casa del viejo del gordo Medina, los tres portaban bigote.
- El General quiere hablar con usted Sr. Nietzsche– me dijo uno de ellos.
- ¿Y de qué quiere hablarme? – Indagué acomodando el bigote que ya no existía porque había caído en el barranco donde se alzaba el cuartel.
Los tres soldados me sujetaron de los brazos y comencé a forcejear pero fue en vano.
FIN DEL PLAN A


Un certero baldazo de agua helada me despertó del desmayo, estaba atado de pies y manos, y amordazado, me dolía mucho la cabeza. Pude ver mis wokitokis delante de mí, encima de una mesa y el resto de mis pertenencias, que no eran más que un paquete de cigarrillos. Los wokitokis estaban encendidos y decían: – Gerardo, cambio.- Y repetía –Gerardo, estas ahí, cambio. Carajo-.
Apareció el ciclista de la Bianchi verde oliva, y otros tres que me cacheteaban para despertarme, cuando una sombra conocida se presentó ante mí.
- ¿El colorado Amaya?- pensé-. - A él también lo agarraron-. Seguro pronto caerían el gordo Medina y su viejo. - ¿Qué había salido mal, quién nos delató? Seguramente fue el mesero- pensaba.
Los wokitokis seguían en buena frecuencia. - Gerardo Carajo, ¿Estás ahí? - Tratando de regresar en mí, pude ver algo de la habitación donde estábamos y en cerca del rincón distinguí una silueta. Era el viejo del gordo Medina que estaba en posición fetal, no sabía si estaba vivo o en que estado se encontraba, pero su filipina blanca dejaba entrever que estaba herido.
- ¿Por qué había sido necesario llegar a este extremo?¿Por qué no había funcionado el Plan A? Si ni siquiera lo habíamos puesto a prueba-. Pensé.
Justo encima de la puerta había una fotografía de nuestra heroína nacional, era tan bella y a la vez tan fuerte. Su mirada, sus palabras, sus actos y sentimiento de humanidad, nos habían inspirado a luchar por la patria y su tumba había sido profanada por estos bigotudos malparidos. Los odiaba.
La fotografía estaba enmarcada y un tanto torcida, tuve el deseo de pararme y corregir su horizonte, cuando de pronto la puerta se abrió y entró el gordo Medina a empujones. Detrás de él venían tres milicos y apareció el General con un wokitoki en su mano derecha.
Se paró a observarnos a todos con cara de superioridad y de perspicacia. Acomodó su tronco dorsal y estrujó sus dedos. Acercó el wokitoki a su boca y habló – Gerardo, carajo, Gerardo ¿Estás ahí?- y se echo a reír. Los ocho milicos se reían también y detrás de la puerta apareció Alberto haciendo una obediente venia a todos. - ¿Quién de ustedes es Gerardo, eh?- Preguntó el General.
Alberto me señaló y el General prosiguió. - ¿Usted es el pelotudo que me iba a secuestrar?- Y se reía mirándonos a todos. - ¿Y pensaron que iban a dar un golpe de estado con una copa de champán adulterada? Por favor-. Se acercó al viejo del gordo Medina y con el pie lo volteó.
Alberto me veía con cara de evidente traición. Yo no entendía porqué habíamos llegado a ese extremo. Pero no temía al dolor, y mucho menos a si las cosas empeoraban. La fotografía de encima de la puerta me veía y me daba fuerzas, mientras el General merodeaba a cada uno de nosotros, como una mosca inquieta.
- ¿Quién quiere ser enjuiciado primero? - preguntó, y yo inmediatamente lo asalté.
- Usted no tiene virtud para enjuiciar a nadie- Le dije.
Mientras intercambiábamos discurso, pensé en mi escape, siempre es bueno buscar esperanza donde no la hay, y recordé que me había enrolado en el movimiento popular por convicción. Pensé en mis hijas, Malvina y Victoria, que dormían en casa, seguramente Ana (mi esposa) me esperaba junto a la chimenea. El último año había sido demasiado complicado, pero eran tiempos de quilombos políticos y ellas debían entender todos los posibles desenlaces, que sin importar cual fuera, a la mañana siguiente se irían del país en un buque, para luego tomar un avión hacia España.

- ¿Y a ustedes quien les da facultad para secuestrarme y enjuiciarme, a mí?- me atracó el General.
- El pueblo- le contesté, - y la justicia por una tumba profanada, díganos ¿Dónde está su cuerpo?, y luego enjuícienos, no nos perdone la vida, no lo merecemos, solo díganos donde se llevaron su cuerpo-. El general se echó a reír al tiempo que encendía un “Nobleza”.
- Ustedes son de esa especie de moralistas, soñadores que se llevan las verdades a sus tumbas con una sonrisa en la jeta. ¿No? No los entiendo. Solitos llegaron a meterse a la boca del lobo, entre ustedes no hay honor, ustedes mismos se traicionaron-.
Le golpeaba el pecho a Alberto demostrando lealtad, yo no entendía que pensaba Alberto, era evidente que la traición no le sentaba bien. Pero no podía hacer nada. El General miró su reloj, yo pensaba en Malvina, en Victoria y en Ana, que seguramente esperaban verme en algunas horas, para abordar el buque y luego un avión a España. - Bueno, muchachos terminemos con esto. Ya casi son las once y debo irme-. Sacó su arma y apuntó a la cabeza del colorado Amaya y lo remató de un certero disparo en la nuca. Pude ver que Alberto no lo quiso presenciar.
Debía interceder y le hablé mientras apuntaba a la cabeza del viejo del gordo Medina.
- Dígame General, ¿es más grande su orgullo, su lealtad o su voluntad?-. Me miró con cara de sorpresa y me contestó.
- Solo deme un minutito, mato a este y te contesto-. Y le disparó al viejo del gordo que estaba de espaldas. - A vos te voy a dejar para el final, para contestarte esa pregunta, y ¿Sabes por qué? Porque todavía no sé la respuesta.
Cargó otra vez la pistola y le apuntó al gordo Medina que estaba atado atrás mío, yo le seguía hablando. - General, escúcheme, no nos mate todavía, díganos ¿Donde está, donde se la llevaron?- Y disparó en la frente del gordo Medina.
Los ocho milicos que lo acompañaba tosían por el humo de los disparos y esquivaban con las botas la sangre que escurrían los cuerpos del gordo, de su viejo y del colorado. Solo faltaba yo, y el General seguía ensuciándose las manos, la reputación y salpicaba su “Nobleza”.
- ¿Sabe algo pibe? Es la primera vez que mato de mano propia. Lo creas que esto me agrada, para nada. Pero cuando llegó Alberto a contarme de su Plan A, me dio tanta risa, tanta risa que quería hacerlo yo mismo, porque esto me da la pauta de que estamos haciendo lo correcto. La contrarrevolución de ustedes está fermentada en traición, ustedes no tienen ideales, ni tampoco son fieles a su causa-.
Alberto se tomaba el rostro, yo no quería pensar en mis hijas y en mi esposa, quienes estaba muy cerca de no volver a verme. Y tan pronto acabó le dije – ¿Me va a contestar la pregunta?-
Y me contestó – Seguro cabo, antes de terminar con su sufrimiento, le daré la respuesta que necesita oír: en mi grandeza la virtud que más se destaca es el orgullo, prefiero llamarlo ego-.
- Esa no es la pregunta a la que me refería sino a la otra ¿Dónde está el cuerpo?, antes de matarme, déjeme llevarme esa verdad. Regálemela.
- No puedo por un código de lealtad, no la diría ni aunque me estuvieran retorciendo del dolor.- me dijo y estaba muy seguro de lo que decía, yo hubiera resistido el mismo dolor solo por saberlo, y lo estaba demostrando porque los ocho cada vez que podían me golpeaban.
-¿Sabe qué creo?- escupiendo sangre- que usted no sabe dónde está. Usted solo lo hizo porque se lo pidieron y la entregó.- Crea lo que quiera- me dijo y continuó apuntándome a la cabeza. Alberto quitó la mirada, halo el arma y habló.
- PUM- dijo, lo miró a Alberto y a los ocho – Váyanse todos, déjenme solo con este curioso que quiere verdades en su tumba, pero antes revisen que no tenga micrófonos ni truquitos escondidos y llévense los cadáveres también.
La fotografía de la heroína me veía y la verdad estaba cerca. Los ocho le obedecieron, me registraron y se llevaron los cuerpos. Alberto fue el último en llegar hasta mí, me miraba intentando compartir mi dolor, pero su traición no se lo permitía, entonces me dio una dura palmada en la espalda antes de irse, yo le escupí sus botas. La puerta se cerró. Eran las diez y cincuenta y nueve y el General caminaba hacia mí.
- Bueno, cabo, en exactamente un minuto, habrá una lluvia de fuegos artificiales en mi honor, después de eso me iré, al igual que se va a ir usted, a juntarse con su heroína, traidora del gobierno, que intentó desestabilizar el orden normal de la política nacional. ¿Sabe por qué le tenemos ahí? Para recordar hacer lo correcto, ¿Quiere la verdad? Llévesela.
Se acercó a mi oído y con su mano derecha me apuntó en el parietal para develarme la verdad un instante antes de matarme y lo hizo. Me indicó el lugar exacto donde habían llevado su cuerpo – El cuerpo está en la Ermita Santa Eulogia, pero usted nunca pondrá un pie allí-. murmuró y mencionó también la participación de otros gobiernos. Mientras oía sus palabras, cerré los ojos feliz de saber la verdad, esperando el estallido del disparo y de los fuegos artificiales. El General comenzó a deslizar su dedo en el gatillo, esperando el estallido de las once y de repente - PUM- el disparo llegó unos segundos antes de lo previsto. Tomé el arma que Alberto había colocado en mi espalda justo antes de desatarme y le volé los sesos al General.
Mientras tanto los fuegos se multiplicaban, y Alberto tomaba un arma del carrito que llevaba los platos sucios - empujado por el pasillo por el mesero. Juntos desparramaban disparos en las cabezas de los ocho milicos y abrían la puerta para liberarme por completo. El Plan B había funcionado a la perfección. Eran las once en punto y todos en la fiesta aplaudían el espectáculo en el cielo, y no tardarían en notar la ausencia del General.
Esa noche no logramos desestabilizar el gobierno, era imposible, tampoco a la mañana siguiente, había que esperar varias décadas y debimos exiliarnos, pero antes recuperamos el cuerpo de la heroína.
Pero ese rescate en la Ermita de Santa Eulogia fue otra historia y no ésta.

martes, 19 de abril de 2011

"factor T"

“Anochecía. Parpadeaban las primeras estrellas mientras yo continuaba allí sentado, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo había deseado. Se levantó una brisa agradable y fresca. […].”

Semejante al efecto de una ola de mar acercándose a la costa, o a ese instante previo a la inocente tormenta que solo quiere soplar, así imaginaba esa brisa descrita por este genial dramaturgo. Pero su idea era, justamente, lo que habíamos destruido.

Hasta que por fin la luna se dejaba notar a la distancia, y aparecía una fantasía, la de una dulce mujer seducida y a punto de entregarse a este caballero que la esperaba sentado, y la piropeaba, para más tarde desvestirla.

La nave había partido a la hora menos pensada. Todos oían en sus aparatos musicales la cuenta regresiva del despegue, al tiempo que estos dos amantes se abrazaban desnudos, sintiendo la piel del otro y las estrellas dejaban de parpadear, porque se desarticulaban con las pronunciadas curvas de un recorrido vertical ascendente. Mientras el tren atravesaba una pradera privada de luminosidad, las dos historias se entrelazaban, lo que leía con lo que ocurría a mi alrededor.

Esta nave me (nos) desterraba hacia un espacio sideral y en línea horizontal continuaba leyendo lo que aquel genial dramaturgo había imaginado: Dos amantes se desnudarían en un tren en tránsito de estaciones, rozando la tierra con chispazos sigilosamente impredecibles.

Cerré por un momento el libro, solo para curiosear y lograr entender algo de mi entorno. Me quité el holograma que me mantenía comunicado con una proyección unipersonal del pasado. Es que durante el reclutamiento, el doctor Fredersen nos había realizado entrevistas a las que podíamos acceder escaneando la retícula y estaban compaginadas de tal manera, que nos permitía conversar con nosotros mismos -pero en ese momento no eran necesarias-. Entonces me quité el holograma y me reincorporé girando en el aire, dando saltos impresionantes y haciendo firuletes como un delfín, sabía de ellos por algunos videos ilegales que circulaban en el sistema. Estaba prohibido preguntar sobre ciertas especies animales y el vocablo delfín entraba en el extenso listado –digo vocablo porque la representación ya no existía.

Programé entonces mi aparato musical y mientras flotaba por la inexistencia del efecto G (como un delfín), fui en busca de un chip receptor. Necesitaba algo de distracción. Me sentía muy extraño por la lectura, mis ojos no estaban habituados a hilar emociones representadas en símbolos. La mayoría de nosotros había perdido esa capacidad, quizás por la abolición de la comunicación verbal, que no estaba prohibida, pero sí obsoleta. Seguramente todo esto quedaría registrado por el doctor Fredersen y querría compartirlo con migo o con sigo mismo. Sentía que esta conversación ya la habíamos mantenido.

La música y el chip receptor me ayudaron a olvidar a esa pareja de enamorados que viajaba entre estaciones, infinitos y desnudos, vírgenes el uno del otro, pero mutuamente arrugados. El libro flotaba en la cabina y las palabras comenzaron a escaparse como colibríes – ellos estaban aún más prohibidos que los delfines. Mis manos intentaban atraparlas, pero se escabullían, se estiraban y se enredaban, queriendo escapar de mi capacidad de retenerlas. El libro flotaba por la inexistencia del efecto G, y la nave pasaba cerca de la luna. A través de la gran ventana de mi cabina pude verla, era inmensa, radiante, pero estaba herida y a punto de resquebrajarse por la inexistencia del factor T. Mientras tanto, en el libro, la luna se dejaba ver pequeña, diminuta, ínfima y pasaba desapercibida en la ventana empañada de aquel tren que el dramaturgo imaginó, con dos amantes que quizás nunca existieron, atravesando praderas privadas que ya no existen.

Aquel día, despegamos por última vez, llevándonos en cajitas encriptadas toda la información que supimos extraer del factor T, y la alojamos en inútiles hologramas a los que poca brisa agradable y fresca les cabe.

jueves, 7 de abril de 2011

"Dime si no"

Dime si no es un sueño ideal salir de la ciudad a dar un paseo por el campo, tierra adentro, en busca de la Eterna Primavera.

Y que la invitación a esa idea sea un viaje transformador hacia el corazón de una postal, una proyección a color de una vieja película en blanco y negro, que se irá apoderando de nuestro entorno poco a poco; cuando estiremos las piernas y los brazos, cuando apaguemos los motores, al bajar del vehículo, cuando pisoteemos por descuido los lentes de sol que costaron una barbaridad, cuando el calzado se salpique con jugo de frutas al natural, que escapan a la moda.

Será y comenzará bien de madrugada, a la hora preferida de los curiosos, para convertirse luego en un almuerzo a destiempo, en un desayuno a media mañana, como lo quieras ver.
Acompañado de una huida sigilosa para no despertar a los vecinos, o un estruendo de maletas y la búsqueda de aquel tesoro en forma de canasta semi hippie, semi olvidada. Dentro de ella viajarán manjares deliciosamente organizados, más lo que haya a la mano y un hasta luego. Y lo que se quedó se quedó.

Será una pícara aventura exploradora, como que hacer con esa prenda de vestir que tanto amamos, pero nunca utilizamos porque nos da pena, pero ese día la pena se queda en casa.

Ring-ring,
Bicicletas incluidas para los más desenfrenados y carbón para los enamorados del humo.

Será un pretexto, un rotundo sí, y un vamos viendo en el trayecto.
Una ventana a nuevos aires, a una irresistible tarde de helado, donde lo importante no será un sabor, sino mil sabores y el afán de escapar, de caminar en un bosque de ensueño, de estar dentro de un relato, de una perfecta fábula, de desaparecer en el camino y de perderse por un rato.

Estaremos allí parados en medio de la naturaleza, de la perfecta nada, liberados de artificios, con ánimo de tomarnos de la mano y jugar a la ronda porque no hay nada más que hacer, hasta que un chapoteo nos recuerde algo de la infancia y las fragancias ya no sean de mentira. Cuando nos sintamos únicos en el mundo notaremos que nuestros vecinos también están allí, gozándosela.

Habrá de todo, una pasarela de pétalos, habrá serenata entre las ramas, rimas y poesía implícita, música, domadores de bestias imaginarias, seres mitológicos, trotes y galopes, rueda que te rueda, bulla de la buena, ring-ring, un director de orquesta y un espectáculo despampanante, pero de aquello no se habla hasta ese día, porque una serenata sabe encontrar su momento y su público.

Será también el momento indicado para ir al rescate de nuestra esencia, de lo simple y conmovedor, de lo rural, sincero, necesario. Sin mucho misterio ni trampas, como un trazo a lápiz buscando un punto de fuga, dentro y fuera de nosotros.

Todo esto y más.
Será un día único del mes de marzo, apegadísimo al recuerdo que pueda inspirar, fácil de repetir, imposible de olvidar.

Este viaje, este paseo, esta fantasía reveladora será la fusión entre lo individual y el mundo natural, donde se reencuentren el campo y los fulanos citadinos, el picnic y el confort, fortaleciendo el vínculo con lo fundamental, de pertenecer a una tierra que nos ama, nos respeta y que solo nos pide eso mismo a cambio.

lunes, 4 de abril de 2011

sábado, 2 de abril de 2011

Acerca del Festival de Cine de Mar del Plata

Lo mejor de ser excedido en las pasiones es que durante un período corto de tiempo la realidad o rutina se traslada o bien desaparece, gracias a esa pasión. Llevo años experimentando en algunas y realmente en las que mas rédito obtengo es en aquellas donde no dependo de terceros. Porque son pasiones personales, pequeños gustos para incorporar la realidad que poco entiendo, y mucho menos a los terceros.
De eso se trata el festival de cine que se realiza cada año en mi ciudad. Las salas pierden el sentido comercial y se trasforman en pequeñas cápsulas atemporales donde uno ingresa y ya no será el mismo al salir.
Me invento una historia a cada instante, todo se compone de fotogramas, de sonidos, incluso de música. Las calles y las aceras -que nos permiten tener los pies sobre la tierra- parecen tener ranuras a los lados y nosotros mismos parecemos estar contando una historia en proyección.
Cada tercero es materia volátil, todas sus palabras fueron pensadas por un imaginario guionista que también premeditó absolutamente todas mis acciones y mis necesarios diálogos. Siento el sonido, durante diez escasos días, de un proyector y a veces escucho hablar a quienes proyectan la película, luego el verano va lastimando la composición fílmica de las calles y solo queda tiempo para la reflexión hasta el siguiente festival.

miércoles, 23 de marzo de 2011

"Recomendaciones a último momento de un viajero supersticioso para su novia"

“¡Corazón! recuerda acariciar el avión antes de abordarlo, eso te mantendrá a salvo. No es que yo sea supersticioso, ¡para nada! Tú sabes que no creo en esas cosas pero, ¿qué pierdes tocándolo antes de abordar? Debe ser una caricia sutil y despreocupada, que nadie la note, con la mirada hacia otro lado. No se trata de un romance con el avión ¡por favor!, es tocarle simplemente el costadito de la puerta. Así te evitarás catástrofes, te lo aseguro. Yo siempre lo hago y mírame, ¡vivito y coleando!

Antes de llegar a ese instante, deberás atravesar todo tipo de sistemas, dar un buen día por allí, otro por aquí, seguido de detectores de qué sé yo, y algunos mecanismos de seguridad que desgastarán tu ánimo. Te sentirás como en una montaña rusa, como el estado previo a montarte en un mecanismo de diversión gitana, o mejor dicho, ¡superará todo, absolutamente todo lo que ya conoces! Pero debes estar relajada para que sea placentero.

¿Sabes qué es lo que más disfruto de viajar en avión? El tiempo convertido en azar. Porque lo percibirás de otra manera, podrás regresar al pasado, atravesar meridianos. Imagina estar una mañana en Sydney, y volar a la noche anterior en Vancouver.

¡Corazón! recuerda no enamorarte, tú eres muy enamoradiza. Los aeropuertos y los aviones son sitios ideales para los mil y un amores que no se dan. Es un desfile de miradas curiosas buscando un no sé qué. Mejor mira el mapa de la ventana y muestra siempre tu mejor sonrisa a quien la pida. Di que eres mayor de edad y tómate una copita de vino, ¡salud! o si se te antoja un güisqui, ¡chin chin! Eso te ayudará a distenderte, a sonreír con mayor facilidad y a pensar.

Durante el despegue, intenta encontrar un sentimiento puro y desarróllalo, utiliza ese tiempo para cosas importantes, piensa en un anhelo del futuro o recuerda con alegría algo del pasado. ¡Ah! y gózate los pozos de aire que te harán sentir feliz, pero ni sueñes en la completa comodidad, solo intenta evitar los calambres, sobre todo tú, que eres larga de piernas.

No quiero despedirme sin antes contarte algo que me pasa a veces al ver aviones monumentales: siento admiración por los visionarios de otros tiempos, que han aportado a la humanidad inventos magníficos, como las montañas rusas y los aviones, y me río al saber que; quizás, no imaginaron que existirían adictos a los pozos de aire, como nosotros dos ¿Recuerdas cuando fuimos a ese parque de diversiones en Bogotá? Te mecías como un péndulo de un lado a otro y tu rostro se sensibilizaba con la fricción del aire, que te dibujaba cara de flecha. Seguramente no lo recuerdes, pero así fue. Yo estaba abajo, viéndote. Al igual que mañana, en el aeropuerto, te veré partir; cerraré los ojos para imaginar tu perfil más lindo, tu espalda, tu mirada añorando el despegue y tu estómago queriendo adelantar el tiempo.

¡Corazón! Sabes bien que no soy supersticioso, pero si tocas el costadito del avión al abordar, estarás desayunando huevos a la francesa sobre Madrid. Buen viaje.

¡Ah! Y recuerda que coloqué la pata de conejo en tu maleta de mano.”

"Instrucciones para hallar una idea y no olvidarla"

Debemos saber que una buena idea no se logra en el primer intento. Como también es importante reconocer que tampoco se logra en el segundo intento. Y por último asumir que no es el resultado lógico, ni el resumen del primer intento conjugado con el segundo; sino más bien se encuentra cuando uno deja de buscarla.
Para esto describiré una serie de ejercicios prácticos que facilitan este dificultoso hallazgo, o al menos nos hará sentir que no estamos solos en el camino de la mente versus la idea.
Como primera regla es importante abolir la asociación causa-efecto: encontrar no es consecuencia de buscar. Seguir las pistas de una idea seguramente nos dejará extraviados dentro de un desierto inverosímil. Ahora, si sientes un viento de frente que imposibilita la visión, y te ves rodeado de arenas movedizas (sobre todo si ese desierto ha sido creado para encontrar dentro de él un “Eureka”), te recomiendo que camines en dirección opuesta; esto es, que cierres cualquier tipo de superficie en la que estés volcando tus pensamientos y te dediques a una actividad mejor, como por ejemplo escuchar música o darte una ducha, ya que debes quitarte mucha arena de encima.
Una vez resuelta la desorientación espacial deberás; ahora sí, dar un primer paso seguro y certero, similar a saber dar pretextos acerca de una mentira. Pero esta mentira es solo una excusa y punto. Para que luego experimentes que has sabido cumplir con lo que te propusiste, pero… antes de poder estar sentado haciendo alarde de tus logros y genialidades, etcétera, debes recordar que aún estás frente a ti mismo, y que la idea pide hoja en blanco.
Recuerda, las buenas ideas se presentan como una manifestación pura e inconsciente, es como encontrar a quien se esconde por su incontenible risa.
Poco a poco te irás dando cuenta que una palabra, un fonema, un ruido, un gesto, o el reflejo de lo que estés bebiendo (si aún no lo estas haciendo, párate y ve a prepararte algo), te puede inspirar. Luego querrás estirar las piernas y enderezar tu espalda. Puedes tronar tus dedos y hacer algunos movimientos relajantes, no coloques ese disco compacto de yoga, eso te distrae, déjalo como premio. O mejor olvídate de todo por un rato, en este momento no lo necesitas. Olvídate de tus amigas, ¡ya sabes!
Bebe un sorbo de lo que te has preparado, saboréalo y cierra los ojos. ¡OJO! Solo un instante, porque perderás el hilo de lo que te estoy diciendo, más bien contando, o en realidad de lo que estás leyendo; que ya escribí. Pero tú lo vives en tiempo real. ¡Bien! Aquí quería llegar, en las ideas no existe el tiempo real, olvida esa idea… ya tenemos un concepto: una idea puede ser la negación de otra idea. La psicología inversa aplica perfectamente en este ámbito.
Olvida los preceptos, así podrás generar algo de la nada, que es la fuente de todo. Esa parte deberemos repasarla mejor luego, quizás en otro capítulo o en otra vida. Hasta que sin darnos cuenta ¡eureka! llegamos a un tema, que es el detonador perfecto de cualquier idea. Mi tema será: La Nada.
Déjame ponerte un ejemplo de La Nada: “Hay una separación entre el silencio y el espacio, como también hay un instante entre las pausas y los pestañeos, como la palabra que es sabia por no dejarse provocar de los labios. Un suspiro retenido, una Remington en una mesa con tres patas, hay tantos elementos que tienen que ver con nada y sin embargo lo dicen todo”.
Te invito a que te animes, a que conviertas en nada lo que escribes, porque este ejercicio no es para nada una idea, sino más bien es como caminar en una kermese repleta de mecanismos, e intentar atinar en ese punto que levita entre círculos mayores que -como aureolas- se van alejando para ayudar a la buena puntería.
Una genial idea es una mamushka que pide ser desvestida, que cambia su altura, pero no el contenido.
Antes que me olvide, para recordar tu idea es bueno apuntarla.
Espero que no sea tarde.

"Un sinfín"

Una ciudad no es mas que un fin.
Es un convencionalismo de necesario desarrollo.
Una ciudad es un sinnúmero de arterias que se van dibujando para expandir su propio alcance.
Una ciudad es (son) miles de capas que protegen un núcleo, inmerso en otro núcleo, que poco a poco va dejando apreciar que se trata de un ente animado.
Una ciudad es la inspiración del resguardo a cielo abierto.
Es la intemperie de lo prohibido, es la desnudez despreocupada, es la osadía de andar con un buen día en la punta de la lengua y el coraje de un sincero estrechón de manos.
Una ciudad es inflar el pecho, es caminar moviendo los brazos, desabotonarse el último botón de la camisa, desajustarse la corbata.
Es un espacio común, es un alboroto de ciempies, una bulla colectiva, un adiós te veo pronto, es de noche adonde vamos.
Una ciudad no es edificios, mucho menos torres altas, ni monumentos, ni tratorías.
Una ciudad debe saber ser una conciencia renovada, simple y sincera como un perdón pedido a tiempo.
Una reconciliación, un punto de partida, una ciudad debe saber adecuarse a su propia lógica, para qué fue creada, y recordárnoslo una y otra vez , una y otra vez.
Una ciudad no es mala, fea, linda, culta, buena, nueva, moderna.
Es un latir, es razón de ser, es el compromiso de muchos tantos.
Una ciudad no es más que un fin … es un sinfín.

"¿Cómo recuperar el espacio publico?¿Cómo saber ser peatón?"

El buen peatón es el elemento primordial en el espacio público. Se congrega en las esquinas con la misma facilidad que se dispersa.
Es quien marca un ritmo, quien da un contraste, un tinte, impone moda, aporta vida y sentimiento en su andar.
Tiene prioridad y tiene corazón. Tiene hambre, sed, sabe de gustos innecesarios y es buen lector.
Un buen peatón tiene un cometido que cumplir, busca algo, llega antes (otra veces no), se pierde, se toma su tiempo, encuentra amigos, se distrae, pero nunca duda en su dirección.
El buen peatón debe luchar por su espacio, sin dar golpes ni empujones, lo siente, es su dueño y lo reclama.
Caras raras, personajes, botas altas, peinados alocados, un cigarro a medias, un behato adivinador, yupies, bicicletas, barbas largas, aburridos, todo tipo de razas abundan en este corredor.
El espacio público es el elemento primordial del buen peatón. Es el ámbito de la libertad de acción.
El peatón y el espacio publico son inalienables, son simbiosis, interacción, son sana dependencia, pero con determinación.
Si entre ambos germina la duda y el temor es responsabilidad de los dos.
Recuperar el espacio público es multiplicarnos, es convertirnos en buen peatón.

"O2 M2"

El oxígeno modernista no es ver ciudades desde el aire solo para disfrutar su arquitectura.
La verdad se encuentra tan abajo que las vistas aéreas y satelitales no alcanzan a registrarlas y mucho menos a entenderlas.
El oxígeno modernista se encuentra en las calles, que son las venas de ese gran cuerpo que llamamos sociedad.
A veces siento ganas de viajar por ellas y convertido en ausente presencia, penetrar en los misterios de cada rincón de la urbanidad.
Escuchar sus historias, espiar, contar mis propios pasos, despreocuparme, tomar algo con alguien, por momentos estar solo.
Enamorarme, husmear, mirar por las ventanas del bar, abrigarme con bufanda para regresar y respirar.
Extender los brazos para absorber la noche, pestañear, bajar el ritmo de las pulsaciones, vibrar, desdoblarme y pensar, solo pensar.
Regresar ligero de equipaje para bailar, saltar escalones, chapotear, vaciar mis bolsillos sin derrochar.
Ver a la gente sin discriminar, caminar abrazado a ella, sin pensar en ningún adonde ni porqué.
Planear sin rumbo, detener un bus, amarrarme los zapatos, esquivar el humo, dar paso, luego acelerar, pedir la cuenta.
Definitivamente el oxígeno modernista es más bello a lo lejos, pero se torna más interesante cuando lo aprendemos a explorar. Al igual que las personas, al igual que vos y yo.

domingo, 20 de marzo de 2011

"¿El amor nace de la vista? Pruebe morder"

El amor se relaciona intrínsecamente con todos los sentidos de los que se aman. No puede existir amor sin percepción, como tampoco puede existir amor si los que aman no tienen el deseo de hacerlo. ¿El amor nace de la vista? Sí, pero ese amor se llama atracción, que ineludiblemente es una clase de amor, pero no el único.

Como resultado a esta afirmación podemos describir una serie de percepciones que producen un estado de enamoramiento, pero no definen el sentimiento, en lo más mínimo.

Así, encontramos un aliado perfecto para el amor; las coincidencias. Una palabra o una idea pueden acercar a dos personas de sexo opuesto instantáneamente. Sobre todo si esa palabra resume un ideal o un gusto muy marcado en la personalidad de ella. Por ejemplo: - El día que tenga hijos, jamás los llevaría a Eurodisney- o - ¿Te gusta Mecano? a mi también.

Otro rasgo es el factor químico, en el cual es innecesario reflexionar y hasta imposible de afirmar o refutar. Este tipo de atracción se basa en el contacto; donde, un roce, una mirada o un suspiro puede ser un imán similar a las caricaturas de los dibujos animados marca ACME. La química se refleja en todos los aspectos de la relación a futuro. No necesariamente hay coincidencias, es yin/yan, es cóncavo y convexo, es un buen chiste y tu risa, etcétera. Podemos ligar esta simple descripción a la percepción táctil, visual y olfativa.

Existen también atajos para el amor. No es broma que existan las brujas que lo procuran por dinero, como también hay perfumerías y afrodisíacos. Hay sabores y aromas que nos provocan porque se alojan en algún sector de la mente, como un recuerdo, pero no se relaciona con una situación del pasado, sino que trae a la mente a una persona, acompañada de un deseo y de un porqué exento de respuesta. Existen trampas en el amor y esta es una de ellas, desconfíen de los aromas artificiales. Ahora, si ese aroma o ese sabor son naturales, estamos entonces dentro del factor químico. Nota: En el caso del sabor natural le recomendamos lamer algo tocado por esa persona (que seguramente le sabrá salado), de lo contrario deberá ser más desfasado y animarse a morderla para constatar.

Por último, existen personas que debido a sus malas experiencias pasadas establecen las bases en el amor inteligente. En resumen, “esto me conviene”, y no se trata de conveniencia material, es más bien una elección que busca tapar errores de pasiones pasadas, persiguiendo la premisa del amor a primera vista, y de su derivado inmediato: El amor nace de la vista; y fracasaron.

Antes de terminar, quisiera dejar por sentado que estoy de acuerdo en que “el amor nace de la vista”, pero a esto le seguirá la etapa de constatación química, para pasar luego por el entendimiento o coincidencias. Y si se dan estos cuatro factores, en cualquier orden, hay amor en puerta, aunque sea pasajero. Si se dan las dos primeras (vista y química) hay romance por lo menos. Y cuando se dan solo “entendimiento y coincidencias” es más factible la amistad o la amistad con privilegios, depende mucho de la insistencia de la parte que se enamore primero, allí entran las brujas, las perfumerías y “esto me conviene”. Pruebe morder.

En resumen, el amor nace por una perfecta combinación de motivos y puede morir por esa misma combinación. El reto será resucitarlo repetidamente y eso dependerá de explorar nuevas capacidades perceptivas.

sábado, 19 de marzo de 2011

"Lo mas tonto que me pasó en la vida. Entre otras cosas … "

El año 2001 presentaba vivos signos que las profecías de Nostradamus eran inciertas.
Y el escepticismo volteaba al país favorito del momento, dejándolo con sus dos torres en planta baja.
Ese mismo once de septiembre yo tenía 21 años y en una vinoteca ubicada en San Lorenzo esquina Tucumán observaba al segundo avión estrellarse. No quise ver mas del asunto.
En esos tiempos esquivaba noticieros y oía una banda de rock nacional llamada Las Pelotas; no quería saber mucho acerca de catástrofes y me limité a cumplir con mis obligaciones laborales y académicas. También fue el año con mayores trasnochadas y eso me traería malas consecuencias.
La universidad iba bien, era un flamante estudiante de cine y televisión.
El mes de Octubre trajo sorpresas porque el lugar de comidas rápidas que yo administraba había sido vendido a un señor que se dedicaba a la fotografía del oceanario donde estaba ubicada esta hamburguesería. Las condiciones de la venta no eran del todo claras y luego de una corta charla de café me convenció de continuar, a condición de dejar sin empleo a varios de mis compañeros. Me preocupaba el cine y necesitaba el dinero, entonces acepté. Lo necesitaba.
El primer fin de semana me presentaron a mis nuevos compañeros y utilizando el poder de persuasión logré ubicar a uno de mis hermanos en el selecto grupo.
La primera mañana un improvisado novato abrió las puertas del negocio provocando que la persiana eléctrica quedara trabada por no saber de sus mañas. Era uno de esos mecanismos que día por medio se atoraban y sentí algo de culpabilidad por no llegar a horario. Pero todo se resolvería a la hora del cierre, cuando fuera necesario bajar la persiana.
El mediodía nos encontró con las papas fritas hechas carbón, con la clientela enojada porque las hamburguesas eran incomibles y con mis compañeros de trabajo exhaustos.
Olvidable fue la jornada, pero por suerte llegó a su fin a la hora que el fútbol capta la atención de la gente. Era domingo y el clásico se palpitaba desde los televisores veintinueve pulgadas, culones que colgaban de la columnas. El café y el té hicieron olvidar a los comensales el mal sabor de nuestra querida e improvisada hamburguesería.
Aproveché el silencio del lugar y, al ver que las personas estaban concentradas en el partido, subí las escaleras que llevaban a la bodega del negocio. A pulmón comencé a girar la polea que daba por terminada la jornada laboral. Llenarme las manos de grasa no presentaba un problema; pero sí el cansancio y el aburrimiento que producía estar mas de media hora en ese caluroso lugar haciendo un movimiento monótono equivalente a seis horas de gimnasio con Rocky Balboa como entrenador.
Quisiera sumar la trasnochada de tres días de andar concentrado en una relación con una chica que acabó en absolutamente nada y se trató de un asunto que no merece análisis. Mientras giraba la polea una señal apareció en forma de 2000 voltios. Los cables que abastecen a los carteles de neón me dieron un corrientazo en las piernas y mi equilibrio se fue al diablo.
Ahora, imaginen a un grupo muy grande de gente observando un partido de fútbol, un día domingo y a menos de un mes de la catástrofe neoyorkina. Agreguen un estruendoso sonido a explosión, acompañado al grito de un paracaidista desnudo.
El techo era de yeso y cuando la corriente eléctrica me golpeó todo el peso del cuerpo podía ir hacia un solo lugar y era hacia abajo, solo hacia abajo.
Los espectadores no sabían que había ocurrido y mucho menos las autoridades del oceanario. Ni hablar del nuevo dueño del negocio que había depositado en mí toda la confianza. El lugar parecía una zona bombardeada, los escombros quedaron encima mío. Abrí los ojos y maldije haber trasnochado tanto y comencé a buscar mis zonas rotas, quería saber de donde iba a salir el manantial de sangre y cuantas vigas estaban clavadas en mi cuerpo. También quería saber en que circunstancias sería echado del trabajo y cuantos meses tendría que trabajar gratis para pagar los destrozos, es que no había nada roto, estaba todo destruido.
Cuando volví de ese instante sonaba el tema de Las Pelotas que decía ...” Coleccionistas de diarios esos que ves en la tele, pero que se mueran con su información...” las personas que acudieron a mí parecían periodistas. Me acordé también de Nostradamus y pensé si este querido francés me habría visto en sus visiones milenarias volando desde los techos de las hamburgueserías.
Pensé en el maldito Bush, en sus torres gemelas y como ese apellido se asociaría eternamente a la palabra ¨víctimas¨, maldito.
Realmente todo me dio mucho miedo en ese momento. Pero el susto pasó.
Desde muy pequeño supe resolver con gran sabiduría las situaciones que a uno lo vuelven mierda y me reincorporé, con sonidos de trompeta. En ese momento estaban atajando un penal en el partido de fútbol y la gente enloqueció de pasión. Esquivé a los molestos periodistas y corrí hasta el baño de hombres para encerrarme unos minutos. Necesitaba sentirme mejor detrás del cartel que indica la sexualidad, cuando uno se esta meando o cagando.
En la empresa trabajaban unos 200 empleados y al día siguiente todos sabían de mis asuntos destructivos. Me sentí realmente muy idiota esos meses. No fui echado y eso significó tener que dar la cara hasta que algún hecho de mayor resonancia ocupara el primer lugar en los comentarios.
El verano estaba cerca y en ese entonces era muy común verme con tres pelotas en la mano practicando malabares. Esto ayudó un poco a mi autoestima y a mi reputación.
Aunque no dejaron de llegar las burlas, muchas de ellas acompañadas de chistes muy buenos al respecto de mis voladuras, como un filme acerca de la venta turbia de una hamburguesería, etcétera, que al tiempo daba pérdidas por la devaluación de la moneda argentina.

jueves, 3 de marzo de 2011

"Insultar, decir, comunicar"

El insulto
Hay ciertos asuntos que deben ser tratados con la vara de: un poco de su propia medicina.
Y hay temas que pueden ser analizados simultáneamente para aportarles una nueva óptica y así poder mezclarlos logrando contraste, como lo hace un chef, que revuelve ingredientes buscando alcanzar ese sabor que escapa al entendimiento. O el perfecto maridaje entre un plato y esa bebida que nos impide definir la palabra placer porque no se asemeja el término al sabor.
Hay expresiones que no logran resumir esa sensación perceptiva, es por eso que buscamos atajos para ir encontrando un léxico adecuado. Y justamente en esa búsqueda, o exploración perfeccionista, es cuando caemos en la trampa.
Hablo del impulso verbal y popular que tiene como fin el entendimiento de una idea, pero también puede provocar negativamente al prójimo: se trata del insulto.
No podemos hablar de él y de su rol en nuestras vidas sin meternos en sus incómodos zapatos.
El fin del insulto está asociado a situaciones que otros hacen y que no entendemos o nos ofenden. Debemos saber que hay personas que no encuentran un equilibrio en esta forma de comunicación e insultar nos les funciona como herramienta, sino que, por el contrario, se les presenta como una piedra en el camino por no saber hacerlo.

Hábitos de quien no sabe insultar:

a) bajar la voz al momento de hacerlo. Ejemplo: mierda. Correcto: ¡MIERDA!
Sinónimo más apropiado: Porquería.

b) decir mal el insulto: Ejemplo: Istúpido/a, invecil (estirando la b al punto de parecerse en una v), indiota, etc. Sinónimo más apropiado: bobo/a.

c) decirlo cuando la otra persona ya se volteó y además hacerlo suave. El insulto debe salir desde las entrañas más profundas, como un ventrilocuo harto de serlo.
No proponemos ejemplos. Le sugerimos practicar frente al espejo.

d) no insultar si a usted no le agradan las peleas físicas: debe asegurarse que a quien intenta ofender domina el idioma más que su ira y no intentará devolverle el insulto de otra manera.

e) por último, el hábito más común de quien no sabe insultar, obviamente es no hacerlo. Le recomendamos explorar en algunos de estos términos, que son fáciles de memorizar y en una palabra usted podrá manifestar un párrafo descriptivo, ahorrará tiempo y esfuerzo. Son muy útiles cuando se dicen en la cara y en el momento indicado. De lo contrario es mejor que lo haga en compañía de algún experto. La mayoría forman parte del diccionario.

Quisiera enumerar las situaciones cuando es permitido (indultado) un insulto.
Antes de eso, trate de no insultarse a sí mismo, eso lo hará ver mal frente a los demás y permitirá que otros también lo insulten.

a) como respuesta a un insulto hacia usted. Si lo merece mejor quédese callado, mañana puede ser su turno.

b) para hacer reaccionar a alguien que no está poniendo atención en reiteradas ocasiones. Sobre todo si lo hace con frecuencia. También puede funcionar mostrarle una parte íntima, solo para atraer su atención. Si usted es jefe debe analizar bien este punto, o mejor no lo haga.

c) con amigos/as.

El idioma es tan rico y poderoso, pero siempre vamos por la veredita de la sombra, pisando la arena del que clava la sombrilla en la playa, pidiéndole disculpas para luego voltear la cara y pensar, este tarado con sombrilla en la playa.
Y el tarado piensa: - Este pibe de porquería ¿qué hace pisando mi parcela de arena?

Muchas veces el insulto es utilizado para pordebajear al otro. Y es utilizado con frecuencia para calificar la mentalidad de los individuos. Los insultos más utilizados y aprobados por la lengua son: tarado, estúpido, bobo, idiota, orate, imbécil, entre otros. Todos persiguen el mismo fin: degradar la capacidad de pensamiento.
El insulto enmarca y confirma que el idioma es una pieza de arte tallada de a poquito, con paciencia y tan perfecta y heterogénea que no todos logramos admirarla desde la misma perspectiva.
Vamos a conjugar el insulto con el decir. Alertando de la posibilidad de quedar atrapado en el primero a partir del segundo.

El Decir
Lo que decimos nos da identidad y como lo decimos nos da carácter, lo que dejamos de decir es un as en la manga y lo que no podemos dejar de decir no es reembolsable.
Es crucial alcanzar a desarrollar un léxico semi pausado y relajado, colocando emoción, como quien marca correctamente las tildes y lo principal, no ser excedido en el tiempo que se nos da para hablar. Es como un deporte, solo que mental, tú la lanzas a mi campo y yo te la devuelvo.
En el proceso de entendernos hay también carreras y ponchados. Hay que moverse rápido para no ser atrapado y lo suficientemente sinceros como para hundirnos en nuestro propio barco hecho de ecos, voces y de palabras.
Un ejercicio simple es contarle a alguien o a usted mismo que hizo hoy. Escúchese hablar, logre abstraerse y oir su voz en diversos campos auditivos. Es importante que se sienta seguro de su tono, que pruebe y compruebe su potencial.

Debemos conocer ciertas reglas que debemos evitar. Pero antes de mencionarlas deberemos establecer una regla de oro: Le recomendamos pensar antes de hablar y para eso es importante tratar de darse a entender con la menor cantidad de palabras posibles.

Hábitos de quien no piensa antes de hablar:

a) no hace pausas en ningún momento de su discurso y necesita expulsar un cúmulo de palabras porque no sabe hacia donde va. Es como quien arma algo y despues intenta ver a que se parece.

b) dice estupideces.

c) hace pausas innecesarias y estira las sílabas porque está pensando en otra cosa. Puede haber tartamudeo utilizado como pausa.

d) necesita anotar las ideas lo cual desarticula más su discurso y erradica la única posibilidad de atención, ya que involucra varios sentidos, equivalente a mayor esfuerzo. Además pasa varios minutos buscando en que anotar y dispersa el tema. Caos en la comunicación.

e) el recepetor puede insultar perfectamente a este sujeto.

f) todas las anteriores.

Sirve de consuelo saber que todos nosotros hemos pasado alguna vez por situaciones similares a las detalladas más arriba, pero mientras menos tiempo permanezcamos en este grupo, mejoraremos el espacio retentivo del individuo receptor y evitaremos movimientos de mandíbulas, o lo peor de todo, los bostezos.
En este ejemplo es muy importante saber que siendo turista o forastero es muy probable que los oriundos lo coloquen en este grupo. Intente salir de cualquier forma, aunque deba recurrir a frases recurrentes, como por ejemplo:
“Donde fueres, haz lo que vieres” Hágalo.
Para finalizar quisiera yuxtaponer un par de ejemplos que avalan la evidente tendencia hacia comunicaciones efímeras que van amenazando nuestro idioma porque generan ruido, (sustentandas por la globalización que ha generado-degenerado- fuertes lazos entre culturas y lenguas) y así aparecen términos ingeniosos, que perturban la comunicación porque no aportan nada nuevo. (no profundarizaré en el tema, es como explicar el proceso respiratorio, obvio, maravilloso y aburrido)
Un ejemplo de esta tendencia está vinculado a los nuevos medios de comunicación, todos ellos tecnológicos y de carácter express, como los sistemas de chateo, los exhimios sms (mensajería de telefonía instantanea), etc. Se trata de la simbiosis in-out, donde tú decides donde estar.

Debemos lograr entender el fin de los idiomas, para incorporarlos, pero no para destruirlos.

Como en este caso de Anuncio Publicitario:

Caso ejemplo: Aprende inglés para ganar más MONEY!

Haré un rápido ejercicio de posibles casos y los invito a que me ayuden pensando nuevos caminos para comunicar lo que el anuncio quiere decir.

Caso 1: Correcta aplicación de la idea (antisistema):

¿Sabías que en otro lado del mundo trabajar se dice MONEY?
Aprende lo bueno del inglés.

Caso 2: Correcta aplicación de la idea (mismo fin evolucionado):

Harmony: Armonía
Aprende correcto inglés. Te apuesto que lo lograrás.

(un fonema relaciona la idea con el fin de la comunicación, en este caso el término mony cumple ese rol)

Caso 3: Correcta aplicación de la idea (mismo fin evolucionado):

Armonía en Inglés se dice:
Harmoney o Harmony?
Aprende lo mejor del inglés.

(un error ortográfico imperceptible por el prospecto –target- que refuerza aprender un nuevo idioma para conseguir mayores ingresos y propone investigar)

Pensar en términos publicitarios nos ayudará a explorar para encontrar los términos adecuados.
Colocar palabras, no es solo fonética, ritmo, tono, tempo y armonía. Debemos evitar las palabras vacías de contenido o peor aún, las frases y conceptos vacíos de contenido. Antes de llegar a esta encrucijada, es preferible un oportuno insulto, que es conocido por todos, que generará reacciones un tanto más profundas e involucrará a todo aquel que lo lea porque, al igual que en la publicidad, son mensajes concisos que deben resumir: emoción, lógica, inteligencia, originalidad, persuasión, un sentido y deben ser entendidos por personas de diversas esferas. (relativo). Ambos deben ser correctos y apropiados.
Para terminar este mínimo análisis, quisiera dar una conlusión personal proponiendo que logremos encontrar un equilibrio entre la forma de comunicarnos sin abusar de ningún recurso. En este caso puntual quise detenerme en la función del Insulto intentando incorporarlo al Decir, y proponiendo un tipo de pensamiento similar al que utilizan los que inventan comunicación publicitaria, porque he caído reiteradas veces en la trampa de un uso inadecuado y, si no dominamos ambos, podemos caer fácilmente en las fauses de cualquiera de los dos. Y esa trampa se llama “maldecir”.