“Anochecía. Parpadeaban las primeras estrellas mientras yo continuaba allí sentado, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo había deseado. Se levantó una brisa agradable y fresca. […].”
Semejante al efecto de una ola de mar acercándose a la costa, o a ese instante previo a la inocente tormenta que solo quiere soplar, así imaginaba esa brisa descrita por este genial dramaturgo. Pero su idea era, justamente, lo que habíamos destruido.
Hasta que por fin la luna se dejaba notar a la distancia, y aparecía una fantasía, la de una dulce mujer seducida y a punto de entregarse a este caballero que la esperaba sentado, y la piropeaba, para más tarde desvestirla.
La nave había partido a la hora menos pensada. Todos oían en sus aparatos musicales la cuenta regresiva del despegue, al tiempo que estos dos amantes se abrazaban desnudos, sintiendo la piel del otro y las estrellas dejaban de parpadear, porque se desarticulaban con las pronunciadas curvas de un recorrido vertical ascendente. Mientras el tren atravesaba una pradera privada de luminosidad, las dos historias se entrelazaban, lo que leía con lo que ocurría a mi alrededor.
Esta nave me (nos) desterraba hacia un espacio sideral y en línea horizontal continuaba leyendo lo que aquel genial dramaturgo había imaginado: Dos amantes se desnudarían en un tren en tránsito de estaciones, rozando la tierra con chispazos sigilosamente impredecibles.
Cerré por un momento el libro, solo para curiosear y lograr entender algo de mi entorno. Me quité el holograma que me mantenía comunicado con una proyección unipersonal del pasado. Es que durante el reclutamiento, el doctor Fredersen nos había realizado entrevistas a las que podíamos acceder escaneando la retícula y estaban compaginadas de tal manera, que nos permitía conversar con nosotros mismos -pero en ese momento no eran necesarias-. Entonces me quité el holograma y me reincorporé girando en el aire, dando saltos impresionantes y haciendo firuletes como un delfín, sabía de ellos por algunos videos ilegales que circulaban en el sistema. Estaba prohibido preguntar sobre ciertas especies animales y el vocablo delfín entraba en el extenso listado –digo vocablo porque la representación ya no existía.
Programé entonces mi aparato musical y mientras flotaba por la inexistencia del efecto G (como un delfín), fui en busca de un chip receptor. Necesitaba algo de distracción. Me sentía muy extraño por la lectura, mis ojos no estaban habituados a hilar emociones representadas en símbolos. La mayoría de nosotros había perdido esa capacidad, quizás por la abolición de la comunicación verbal, que no estaba prohibida, pero sí obsoleta. Seguramente todo esto quedaría registrado por el doctor Fredersen y querría compartirlo con migo o con sigo mismo. Sentía que esta conversación ya la habíamos mantenido.
La música y el chip receptor me ayudaron a olvidar a esa pareja de enamorados que viajaba entre estaciones, infinitos y desnudos, vírgenes el uno del otro, pero mutuamente arrugados. El libro flotaba en la cabina y las palabras comenzaron a escaparse como colibríes – ellos estaban aún más prohibidos que los delfines. Mis manos intentaban atraparlas, pero se escabullían, se estiraban y se enredaban, queriendo escapar de mi capacidad de retenerlas. El libro flotaba por la inexistencia del efecto G, y la nave pasaba cerca de la luna. A través de la gran ventana de mi cabina pude verla, era inmensa, radiante, pero estaba herida y a punto de resquebrajarse por la inexistencia del factor T. Mientras tanto, en el libro, la luna se dejaba ver pequeña, diminuta, ínfima y pasaba desapercibida en la ventana empañada de aquel tren que el dramaturgo imaginó, con dos amantes que quizás nunca existieron, atravesando praderas privadas que ya no existen.
Aquel día, despegamos por última vez, llevándonos en cajitas encriptadas toda la información que supimos extraer del factor T, y la alojamos en inútiles hologramas a los que poca brisa agradable y fresca les cabe.
martes, 19 de abril de 2011
jueves, 7 de abril de 2011
"Dime si no"
Dime si no es un sueño ideal salir de la ciudad a dar un paseo por el campo, tierra adentro, en busca de la Eterna Primavera.
Y que la invitación a esa idea sea un viaje transformador hacia el corazón de una postal, una proyección a color de una vieja película en blanco y negro, que se irá apoderando de nuestro entorno poco a poco; cuando estiremos las piernas y los brazos, cuando apaguemos los motores, al bajar del vehículo, cuando pisoteemos por descuido los lentes de sol que costaron una barbaridad, cuando el calzado se salpique con jugo de frutas al natural, que escapan a la moda.
Será y comenzará bien de madrugada, a la hora preferida de los curiosos, para convertirse luego en un almuerzo a destiempo, en un desayuno a media mañana, como lo quieras ver.
Acompañado de una huida sigilosa para no despertar a los vecinos, o un estruendo de maletas y la búsqueda de aquel tesoro en forma de canasta semi hippie, semi olvidada. Dentro de ella viajarán manjares deliciosamente organizados, más lo que haya a la mano y un hasta luego. Y lo que se quedó se quedó.
Será una pícara aventura exploradora, como que hacer con esa prenda de vestir que tanto amamos, pero nunca utilizamos porque nos da pena, pero ese día la pena se queda en casa.
Ring-ring,
Bicicletas incluidas para los más desenfrenados y carbón para los enamorados del humo.
Será un pretexto, un rotundo sí, y un vamos viendo en el trayecto.
Una ventana a nuevos aires, a una irresistible tarde de helado, donde lo importante no será un sabor, sino mil sabores y el afán de escapar, de caminar en un bosque de ensueño, de estar dentro de un relato, de una perfecta fábula, de desaparecer en el camino y de perderse por un rato.
Estaremos allí parados en medio de la naturaleza, de la perfecta nada, liberados de artificios, con ánimo de tomarnos de la mano y jugar a la ronda porque no hay nada más que hacer, hasta que un chapoteo nos recuerde algo de la infancia y las fragancias ya no sean de mentira. Cuando nos sintamos únicos en el mundo notaremos que nuestros vecinos también están allí, gozándosela.
Habrá de todo, una pasarela de pétalos, habrá serenata entre las ramas, rimas y poesía implícita, música, domadores de bestias imaginarias, seres mitológicos, trotes y galopes, rueda que te rueda, bulla de la buena, ring-ring, un director de orquesta y un espectáculo despampanante, pero de aquello no se habla hasta ese día, porque una serenata sabe encontrar su momento y su público.
Será también el momento indicado para ir al rescate de nuestra esencia, de lo simple y conmovedor, de lo rural, sincero, necesario. Sin mucho misterio ni trampas, como un trazo a lápiz buscando un punto de fuga, dentro y fuera de nosotros.
Todo esto y más.
Será un día único del mes de marzo, apegadísimo al recuerdo que pueda inspirar, fácil de repetir, imposible de olvidar.
Este viaje, este paseo, esta fantasía reveladora será la fusión entre lo individual y el mundo natural, donde se reencuentren el campo y los fulanos citadinos, el picnic y el confort, fortaleciendo el vínculo con lo fundamental, de pertenecer a una tierra que nos ama, nos respeta y que solo nos pide eso mismo a cambio.
Y que la invitación a esa idea sea un viaje transformador hacia el corazón de una postal, una proyección a color de una vieja película en blanco y negro, que se irá apoderando de nuestro entorno poco a poco; cuando estiremos las piernas y los brazos, cuando apaguemos los motores, al bajar del vehículo, cuando pisoteemos por descuido los lentes de sol que costaron una barbaridad, cuando el calzado se salpique con jugo de frutas al natural, que escapan a la moda.
Será y comenzará bien de madrugada, a la hora preferida de los curiosos, para convertirse luego en un almuerzo a destiempo, en un desayuno a media mañana, como lo quieras ver.
Acompañado de una huida sigilosa para no despertar a los vecinos, o un estruendo de maletas y la búsqueda de aquel tesoro en forma de canasta semi hippie, semi olvidada. Dentro de ella viajarán manjares deliciosamente organizados, más lo que haya a la mano y un hasta luego. Y lo que se quedó se quedó.
Será una pícara aventura exploradora, como que hacer con esa prenda de vestir que tanto amamos, pero nunca utilizamos porque nos da pena, pero ese día la pena se queda en casa.
Ring-ring,
Bicicletas incluidas para los más desenfrenados y carbón para los enamorados del humo.
Será un pretexto, un rotundo sí, y un vamos viendo en el trayecto.
Una ventana a nuevos aires, a una irresistible tarde de helado, donde lo importante no será un sabor, sino mil sabores y el afán de escapar, de caminar en un bosque de ensueño, de estar dentro de un relato, de una perfecta fábula, de desaparecer en el camino y de perderse por un rato.
Estaremos allí parados en medio de la naturaleza, de la perfecta nada, liberados de artificios, con ánimo de tomarnos de la mano y jugar a la ronda porque no hay nada más que hacer, hasta que un chapoteo nos recuerde algo de la infancia y las fragancias ya no sean de mentira. Cuando nos sintamos únicos en el mundo notaremos que nuestros vecinos también están allí, gozándosela.
Habrá de todo, una pasarela de pétalos, habrá serenata entre las ramas, rimas y poesía implícita, música, domadores de bestias imaginarias, seres mitológicos, trotes y galopes, rueda que te rueda, bulla de la buena, ring-ring, un director de orquesta y un espectáculo despampanante, pero de aquello no se habla hasta ese día, porque una serenata sabe encontrar su momento y su público.
Será también el momento indicado para ir al rescate de nuestra esencia, de lo simple y conmovedor, de lo rural, sincero, necesario. Sin mucho misterio ni trampas, como un trazo a lápiz buscando un punto de fuga, dentro y fuera de nosotros.
Todo esto y más.
Será un día único del mes de marzo, apegadísimo al recuerdo que pueda inspirar, fácil de repetir, imposible de olvidar.
Este viaje, este paseo, esta fantasía reveladora será la fusión entre lo individual y el mundo natural, donde se reencuentren el campo y los fulanos citadinos, el picnic y el confort, fortaleciendo el vínculo con lo fundamental, de pertenecer a una tierra que nos ama, nos respeta y que solo nos pide eso mismo a cambio.
lunes, 4 de abril de 2011
sábado, 2 de abril de 2011
Acerca del Festival de Cine de Mar del Plata
Lo mejor de ser excedido en las pasiones es que durante un período corto de tiempo la realidad o rutina se traslada o bien desaparece, gracias a esa pasión. Llevo años experimentando en algunas y realmente en las que mas rédito obtengo es en aquellas donde no dependo de terceros. Porque son pasiones personales, pequeños gustos para incorporar la realidad que poco entiendo, y mucho menos a los terceros.
De eso se trata el festival de cine que se realiza cada año en mi ciudad. Las salas pierden el sentido comercial y se trasforman en pequeñas cápsulas atemporales donde uno ingresa y ya no será el mismo al salir.
Me invento una historia a cada instante, todo se compone de fotogramas, de sonidos, incluso de música. Las calles y las aceras -que nos permiten tener los pies sobre la tierra- parecen tener ranuras a los lados y nosotros mismos parecemos estar contando una historia en proyección.
Cada tercero es materia volátil, todas sus palabras fueron pensadas por un imaginario guionista que también premeditó absolutamente todas mis acciones y mis necesarios diálogos. Siento el sonido, durante diez escasos días, de un proyector y a veces escucho hablar a quienes proyectan la película, luego el verano va lastimando la composición fílmica de las calles y solo queda tiempo para la reflexión hasta el siguiente festival.
De eso se trata el festival de cine que se realiza cada año en mi ciudad. Las salas pierden el sentido comercial y se trasforman en pequeñas cápsulas atemporales donde uno ingresa y ya no será el mismo al salir.
Me invento una historia a cada instante, todo se compone de fotogramas, de sonidos, incluso de música. Las calles y las aceras -que nos permiten tener los pies sobre la tierra- parecen tener ranuras a los lados y nosotros mismos parecemos estar contando una historia en proyección.
Cada tercero es materia volátil, todas sus palabras fueron pensadas por un imaginario guionista que también premeditó absolutamente todas mis acciones y mis necesarios diálogos. Siento el sonido, durante diez escasos días, de un proyector y a veces escucho hablar a quienes proyectan la película, luego el verano va lastimando la composición fílmica de las calles y solo queda tiempo para la reflexión hasta el siguiente festival.
miércoles, 23 de marzo de 2011
"Recomendaciones a último momento de un viajero supersticioso para su novia"
“¡Corazón! recuerda acariciar el avión antes de abordarlo, eso te mantendrá a salvo. No es que yo sea supersticioso, ¡para nada! Tú sabes que no creo en esas cosas pero, ¿qué pierdes tocándolo antes de abordar? Debe ser una caricia sutil y despreocupada, que nadie la note, con la mirada hacia otro lado. No se trata de un romance con el avión ¡por favor!, es tocarle simplemente el costadito de la puerta. Así te evitarás catástrofes, te lo aseguro. Yo siempre lo hago y mírame, ¡vivito y coleando!
Antes de llegar a ese instante, deberás atravesar todo tipo de sistemas, dar un buen día por allí, otro por aquí, seguido de detectores de qué sé yo, y algunos mecanismos de seguridad que desgastarán tu ánimo. Te sentirás como en una montaña rusa, como el estado previo a montarte en un mecanismo de diversión gitana, o mejor dicho, ¡superará todo, absolutamente todo lo que ya conoces! Pero debes estar relajada para que sea placentero.
¿Sabes qué es lo que más disfruto de viajar en avión? El tiempo convertido en azar. Porque lo percibirás de otra manera, podrás regresar al pasado, atravesar meridianos. Imagina estar una mañana en Sydney, y volar a la noche anterior en Vancouver.
¡Corazón! recuerda no enamorarte, tú eres muy enamoradiza. Los aeropuertos y los aviones son sitios ideales para los mil y un amores que no se dan. Es un desfile de miradas curiosas buscando un no sé qué. Mejor mira el mapa de la ventana y muestra siempre tu mejor sonrisa a quien la pida. Di que eres mayor de edad y tómate una copita de vino, ¡salud! o si se te antoja un güisqui, ¡chin chin! Eso te ayudará a distenderte, a sonreír con mayor facilidad y a pensar.
Durante el despegue, intenta encontrar un sentimiento puro y desarróllalo, utiliza ese tiempo para cosas importantes, piensa en un anhelo del futuro o recuerda con alegría algo del pasado. ¡Ah! y gózate los pozos de aire que te harán sentir feliz, pero ni sueñes en la completa comodidad, solo intenta evitar los calambres, sobre todo tú, que eres larga de piernas.
No quiero despedirme sin antes contarte algo que me pasa a veces al ver aviones monumentales: siento admiración por los visionarios de otros tiempos, que han aportado a la humanidad inventos magníficos, como las montañas rusas y los aviones, y me río al saber que; quizás, no imaginaron que existirían adictos a los pozos de aire, como nosotros dos ¿Recuerdas cuando fuimos a ese parque de diversiones en Bogotá? Te mecías como un péndulo de un lado a otro y tu rostro se sensibilizaba con la fricción del aire, que te dibujaba cara de flecha. Seguramente no lo recuerdes, pero así fue. Yo estaba abajo, viéndote. Al igual que mañana, en el aeropuerto, te veré partir; cerraré los ojos para imaginar tu perfil más lindo, tu espalda, tu mirada añorando el despegue y tu estómago queriendo adelantar el tiempo.
¡Corazón! Sabes bien que no soy supersticioso, pero si tocas el costadito del avión al abordar, estarás desayunando huevos a la francesa sobre Madrid. Buen viaje.
¡Ah! Y recuerda que coloqué la pata de conejo en tu maleta de mano.”
Antes de llegar a ese instante, deberás atravesar todo tipo de sistemas, dar un buen día por allí, otro por aquí, seguido de detectores de qué sé yo, y algunos mecanismos de seguridad que desgastarán tu ánimo. Te sentirás como en una montaña rusa, como el estado previo a montarte en un mecanismo de diversión gitana, o mejor dicho, ¡superará todo, absolutamente todo lo que ya conoces! Pero debes estar relajada para que sea placentero.
¿Sabes qué es lo que más disfruto de viajar en avión? El tiempo convertido en azar. Porque lo percibirás de otra manera, podrás regresar al pasado, atravesar meridianos. Imagina estar una mañana en Sydney, y volar a la noche anterior en Vancouver.
¡Corazón! recuerda no enamorarte, tú eres muy enamoradiza. Los aeropuertos y los aviones son sitios ideales para los mil y un amores que no se dan. Es un desfile de miradas curiosas buscando un no sé qué. Mejor mira el mapa de la ventana y muestra siempre tu mejor sonrisa a quien la pida. Di que eres mayor de edad y tómate una copita de vino, ¡salud! o si se te antoja un güisqui, ¡chin chin! Eso te ayudará a distenderte, a sonreír con mayor facilidad y a pensar.
Durante el despegue, intenta encontrar un sentimiento puro y desarróllalo, utiliza ese tiempo para cosas importantes, piensa en un anhelo del futuro o recuerda con alegría algo del pasado. ¡Ah! y gózate los pozos de aire que te harán sentir feliz, pero ni sueñes en la completa comodidad, solo intenta evitar los calambres, sobre todo tú, que eres larga de piernas.
No quiero despedirme sin antes contarte algo que me pasa a veces al ver aviones monumentales: siento admiración por los visionarios de otros tiempos, que han aportado a la humanidad inventos magníficos, como las montañas rusas y los aviones, y me río al saber que; quizás, no imaginaron que existirían adictos a los pozos de aire, como nosotros dos ¿Recuerdas cuando fuimos a ese parque de diversiones en Bogotá? Te mecías como un péndulo de un lado a otro y tu rostro se sensibilizaba con la fricción del aire, que te dibujaba cara de flecha. Seguramente no lo recuerdes, pero así fue. Yo estaba abajo, viéndote. Al igual que mañana, en el aeropuerto, te veré partir; cerraré los ojos para imaginar tu perfil más lindo, tu espalda, tu mirada añorando el despegue y tu estómago queriendo adelantar el tiempo.
¡Corazón! Sabes bien que no soy supersticioso, pero si tocas el costadito del avión al abordar, estarás desayunando huevos a la francesa sobre Madrid. Buen viaje.
¡Ah! Y recuerda que coloqué la pata de conejo en tu maleta de mano.”
"Instrucciones para hallar una idea y no olvidarla"
Debemos saber que una buena idea no se logra en el primer intento. Como también es importante reconocer que tampoco se logra en el segundo intento. Y por último asumir que no es el resultado lógico, ni el resumen del primer intento conjugado con el segundo; sino más bien se encuentra cuando uno deja de buscarla.
Para esto describiré una serie de ejercicios prácticos que facilitan este dificultoso hallazgo, o al menos nos hará sentir que no estamos solos en el camino de la mente versus la idea.
Como primera regla es importante abolir la asociación causa-efecto: encontrar no es consecuencia de buscar. Seguir las pistas de una idea seguramente nos dejará extraviados dentro de un desierto inverosímil. Ahora, si sientes un viento de frente que imposibilita la visión, y te ves rodeado de arenas movedizas (sobre todo si ese desierto ha sido creado para encontrar dentro de él un “Eureka”), te recomiendo que camines en dirección opuesta; esto es, que cierres cualquier tipo de superficie en la que estés volcando tus pensamientos y te dediques a una actividad mejor, como por ejemplo escuchar música o darte una ducha, ya que debes quitarte mucha arena de encima.
Una vez resuelta la desorientación espacial deberás; ahora sí, dar un primer paso seguro y certero, similar a saber dar pretextos acerca de una mentira. Pero esta mentira es solo una excusa y punto. Para que luego experimentes que has sabido cumplir con lo que te propusiste, pero… antes de poder estar sentado haciendo alarde de tus logros y genialidades, etcétera, debes recordar que aún estás frente a ti mismo, y que la idea pide hoja en blanco.
Recuerda, las buenas ideas se presentan como una manifestación pura e inconsciente, es como encontrar a quien se esconde por su incontenible risa.
Poco a poco te irás dando cuenta que una palabra, un fonema, un ruido, un gesto, o el reflejo de lo que estés bebiendo (si aún no lo estas haciendo, párate y ve a prepararte algo), te puede inspirar. Luego querrás estirar las piernas y enderezar tu espalda. Puedes tronar tus dedos y hacer algunos movimientos relajantes, no coloques ese disco compacto de yoga, eso te distrae, déjalo como premio. O mejor olvídate de todo por un rato, en este momento no lo necesitas. Olvídate de tus amigas, ¡ya sabes!
Bebe un sorbo de lo que te has preparado, saboréalo y cierra los ojos. ¡OJO! Solo un instante, porque perderás el hilo de lo que te estoy diciendo, más bien contando, o en realidad de lo que estás leyendo; que ya escribí. Pero tú lo vives en tiempo real. ¡Bien! Aquí quería llegar, en las ideas no existe el tiempo real, olvida esa idea… ya tenemos un concepto: una idea puede ser la negación de otra idea. La psicología inversa aplica perfectamente en este ámbito.
Olvida los preceptos, así podrás generar algo de la nada, que es la fuente de todo. Esa parte deberemos repasarla mejor luego, quizás en otro capítulo o en otra vida. Hasta que sin darnos cuenta ¡eureka! llegamos a un tema, que es el detonador perfecto de cualquier idea. Mi tema será: La Nada.
Déjame ponerte un ejemplo de La Nada: “Hay una separación entre el silencio y el espacio, como también hay un instante entre las pausas y los pestañeos, como la palabra que es sabia por no dejarse provocar de los labios. Un suspiro retenido, una Remington en una mesa con tres patas, hay tantos elementos que tienen que ver con nada y sin embargo lo dicen todo”.
Te invito a que te animes, a que conviertas en nada lo que escribes, porque este ejercicio no es para nada una idea, sino más bien es como caminar en una kermese repleta de mecanismos, e intentar atinar en ese punto que levita entre círculos mayores que -como aureolas- se van alejando para ayudar a la buena puntería.
Una genial idea es una mamushka que pide ser desvestida, que cambia su altura, pero no el contenido.
Antes que me olvide, para recordar tu idea es bueno apuntarla.
Espero que no sea tarde.
Para esto describiré una serie de ejercicios prácticos que facilitan este dificultoso hallazgo, o al menos nos hará sentir que no estamos solos en el camino de la mente versus la idea.
Como primera regla es importante abolir la asociación causa-efecto: encontrar no es consecuencia de buscar. Seguir las pistas de una idea seguramente nos dejará extraviados dentro de un desierto inverosímil. Ahora, si sientes un viento de frente que imposibilita la visión, y te ves rodeado de arenas movedizas (sobre todo si ese desierto ha sido creado para encontrar dentro de él un “Eureka”), te recomiendo que camines en dirección opuesta; esto es, que cierres cualquier tipo de superficie en la que estés volcando tus pensamientos y te dediques a una actividad mejor, como por ejemplo escuchar música o darte una ducha, ya que debes quitarte mucha arena de encima.
Una vez resuelta la desorientación espacial deberás; ahora sí, dar un primer paso seguro y certero, similar a saber dar pretextos acerca de una mentira. Pero esta mentira es solo una excusa y punto. Para que luego experimentes que has sabido cumplir con lo que te propusiste, pero… antes de poder estar sentado haciendo alarde de tus logros y genialidades, etcétera, debes recordar que aún estás frente a ti mismo, y que la idea pide hoja en blanco.
Recuerda, las buenas ideas se presentan como una manifestación pura e inconsciente, es como encontrar a quien se esconde por su incontenible risa.
Poco a poco te irás dando cuenta que una palabra, un fonema, un ruido, un gesto, o el reflejo de lo que estés bebiendo (si aún no lo estas haciendo, párate y ve a prepararte algo), te puede inspirar. Luego querrás estirar las piernas y enderezar tu espalda. Puedes tronar tus dedos y hacer algunos movimientos relajantes, no coloques ese disco compacto de yoga, eso te distrae, déjalo como premio. O mejor olvídate de todo por un rato, en este momento no lo necesitas. Olvídate de tus amigas, ¡ya sabes!
Bebe un sorbo de lo que te has preparado, saboréalo y cierra los ojos. ¡OJO! Solo un instante, porque perderás el hilo de lo que te estoy diciendo, más bien contando, o en realidad de lo que estás leyendo; que ya escribí. Pero tú lo vives en tiempo real. ¡Bien! Aquí quería llegar, en las ideas no existe el tiempo real, olvida esa idea… ya tenemos un concepto: una idea puede ser la negación de otra idea. La psicología inversa aplica perfectamente en este ámbito.
Olvida los preceptos, así podrás generar algo de la nada, que es la fuente de todo. Esa parte deberemos repasarla mejor luego, quizás en otro capítulo o en otra vida. Hasta que sin darnos cuenta ¡eureka! llegamos a un tema, que es el detonador perfecto de cualquier idea. Mi tema será: La Nada.
Déjame ponerte un ejemplo de La Nada: “Hay una separación entre el silencio y el espacio, como también hay un instante entre las pausas y los pestañeos, como la palabra que es sabia por no dejarse provocar de los labios. Un suspiro retenido, una Remington en una mesa con tres patas, hay tantos elementos que tienen que ver con nada y sin embargo lo dicen todo”.
Te invito a que te animes, a que conviertas en nada lo que escribes, porque este ejercicio no es para nada una idea, sino más bien es como caminar en una kermese repleta de mecanismos, e intentar atinar en ese punto que levita entre círculos mayores que -como aureolas- se van alejando para ayudar a la buena puntería.
Una genial idea es una mamushka que pide ser desvestida, que cambia su altura, pero no el contenido.
Antes que me olvide, para recordar tu idea es bueno apuntarla.
Espero que no sea tarde.
"Un sinfín"
Una ciudad no es mas que un fin.
Es un convencionalismo de necesario desarrollo.
Una ciudad es un sinnúmero de arterias que se van dibujando para expandir su propio alcance.
Una ciudad es (son) miles de capas que protegen un núcleo, inmerso en otro núcleo, que poco a poco va dejando apreciar que se trata de un ente animado.
Una ciudad es la inspiración del resguardo a cielo abierto.
Es la intemperie de lo prohibido, es la desnudez despreocupada, es la osadía de andar con un buen día en la punta de la lengua y el coraje de un sincero estrechón de manos.
Una ciudad es inflar el pecho, es caminar moviendo los brazos, desabotonarse el último botón de la camisa, desajustarse la corbata.
Es un espacio común, es un alboroto de ciempies, una bulla colectiva, un adiós te veo pronto, es de noche adonde vamos.
Una ciudad no es edificios, mucho menos torres altas, ni monumentos, ni tratorías.
Una ciudad debe saber ser una conciencia renovada, simple y sincera como un perdón pedido a tiempo.
Una reconciliación, un punto de partida, una ciudad debe saber adecuarse a su propia lógica, para qué fue creada, y recordárnoslo una y otra vez , una y otra vez.
Una ciudad no es mala, fea, linda, culta, buena, nueva, moderna.
Es un latir, es razón de ser, es el compromiso de muchos tantos.
Una ciudad no es más que un fin … es un sinfín.
Es un convencionalismo de necesario desarrollo.
Una ciudad es un sinnúmero de arterias que se van dibujando para expandir su propio alcance.
Una ciudad es (son) miles de capas que protegen un núcleo, inmerso en otro núcleo, que poco a poco va dejando apreciar que se trata de un ente animado.
Una ciudad es la inspiración del resguardo a cielo abierto.
Es la intemperie de lo prohibido, es la desnudez despreocupada, es la osadía de andar con un buen día en la punta de la lengua y el coraje de un sincero estrechón de manos.
Una ciudad es inflar el pecho, es caminar moviendo los brazos, desabotonarse el último botón de la camisa, desajustarse la corbata.
Es un espacio común, es un alboroto de ciempies, una bulla colectiva, un adiós te veo pronto, es de noche adonde vamos.
Una ciudad no es edificios, mucho menos torres altas, ni monumentos, ni tratorías.
Una ciudad debe saber ser una conciencia renovada, simple y sincera como un perdón pedido a tiempo.
Una reconciliación, un punto de partida, una ciudad debe saber adecuarse a su propia lógica, para qué fue creada, y recordárnoslo una y otra vez , una y otra vez.
Una ciudad no es mala, fea, linda, culta, buena, nueva, moderna.
Es un latir, es razón de ser, es el compromiso de muchos tantos.
Una ciudad no es más que un fin … es un sinfín.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)